21 de abril de 2010

El único día fácil ...

Parte 1

No tenia familia ni amigos cercanos, no salía los fines de semana a beber con nadie, si bebía, era solo, nadie me llamaba para ir al cine, y así es como debía ser, no había una relación que mantener, nadie que me abrazara al llegar a casa. Todo era sencillo.

Con una frecuencia semanal, aparecía delante de mi puerta, en la mesa de la cafetería donde desayunaba, a mi lado en el banco del parque donde solía leer, un sobre sellado, que solía abrir delante de mi chimenea, dentro aparecían folios y folios con una vida detallada, costumbres, horarios, aficiones, grupos sanguíneo, historial médico, familia más cercana así como cantidades ingentes de datos de estos seres humanos, incluso inquietudes, realmente no sé como llegaban a conseguir todo eso, también contenía un dossier fotográfico y un fajo de billetes según la clase social.

50.000 persona corriente, 100.000 por un empresario, de 500.000 para arriba si se trataba de políticos, cargos eclesiásticos o mafiosos y un 1.000.000 si la persona de la foto era alguien como yo. Siempre me resulto curioso que políticos, religiosos y mafiosos estuvieran en el mismo puesto. Memorizaba los datos importantes y todo ardía en mi chimenea, excepto la foto. Creo que debía ser bueno, mis encargos rara vez bajaban del millón y si bajaban, no lo hacían del medio millón.

Sin más preguntas, no había un porque, aunque sea un tópico, solo era trabajo, yo lo hacía y me pagaban, no me sentía peor que el encargado de inyectarles aire a presión en la cabeza a una res en un matadero, ni peor que el encargado de pulsar el botón de la inyección letal en el estado de Texas.

Y yo sí que podía elegir la forma, una parrilla que explota, una sombra en el fondo de la piscina, un instalación eléctrica defectuosa, algún condimento en la última copa que producía un desmayo de camino a casa mientras se conducía, un punzón fino en la nuca y de vez en cuando, por qué no, una bala disparada a cientos de metros de distancia.

No sabría contestar a que pasaría si no cumpliera mi trabajo, supongo que alguien tendría un problema bastante grande, pero yo seguiría teniendo mi dinero, así que, tampoco era algo que me importara mucho, lo cual no quería decir que no me importara hacerlo bien o mal, para mí era una cuestión de orgullo, una cuestión de honor.

No había firma, no había rastro, era lo que me diferenciaba de cualquier asesino corriente, así como que lo mío solo era una necesidad económica, no una necesidad biológica y así pasaron muchos años, hasta el día en que comunique que dejaba el trabajo, llevaba varios encargos, como decirlo, aburriéndome, todo se había vuelto rutina y mi necesidad económica era prácticamente nula, así que antes de empezar a trabajar por avaricia, decidí dejarlo.

Si digo que nunca pensé que pasar nada, mentiría, de hecho me mude por seguridad, mi retiro empezó a gustarme, vivía solo, hacia lo que quería, pasaba las tardes pescando, o escribiendo mis trabajos, de hecho, empece a pensar en publicarlos como una novela de cine negro, algo irónico, si, pero mi vida en sí lo era.

Era verano, venia de el lago, con mi caja de pesca en una mano, y un, la verdad, no sé qué tipo de pez era, solo sabía que sobraría para el almuerzo de mañana, llamadlo intuición si queréis, llamadlo suerte, no importa, pero al poner la llave en la cerradura de la entrada y abrir, note algo distinto, deje la caja y el pez en el suelo de la entrada, y abrí el cajón con doble fondo de la consola del recibidor, saque de el mi antigua M9, muchos años juntos, ya casi era una parte de mi, avance por el recibidor hasta la puerta doble acristalada del salón, pegado a la pared, cauto, entonces ahí estaba, un hombre parado de espaldas en mitad de mi salón.

- Entre tranquilo, por favor, vengo a hablar y por cierto su arma esta descargada

Simplemente entre, mientras él se iba girando hacia mí.

- Lo sé jefe, lo he notado en el peso

Su cara se desencajo, acababa de perder todo el factor sorpresa que pensaba que tenia, pelo corto lleno de canas, rasgos asiáticos, coreanos, gafas de sol negras, traje impoluto, también negro y con un gesto de nerviosismo exquisito, el cazador cazado.

- Si, se quién eres –dije- desde hace bastante, tal vez en tu época de ejecutor solo te preocuparas por los sobres de los encargos, pero yo me interese en saber quien los mandaba, así que ahórrate presentaciones o como habéis dado conmigo, dime qué quieres.

- Necesitamos que vuelvas.

11 de abril de 2010




- ¡ Pero Doctor, yo soy Pagliacci !

9 de abril de 2010

y escocerás ...

huella ya has dejado ¿como? no lo se, no importa, todo esta cubierto de ti, pero solo se que que escocerás, cuando empieces a caminar sin mirar atrás, no seré un estorbo, solo recordarte que si besaste a este gordo es por que lleno algo mas que ese hueco entre tus piernas, mi reina, me apartare, esperare, como siempre, otro día me tocara volver a ser la serpiente y tengo manzanas de sobra, mi obra prima, sera volver a ver tu sonrisa, se que gritare que ojala estuvieras aquí, se que clamare pero no aparecerás ante mi, cerrare mis alas, me envolveré en mi crisálida y espero que la mariposa que recojas se mejor que la que dejas, poco mas que decir, a mi alma destronas, me prohibiré sentir, que linda eres cabrona.