29 de diciembre de 2013

Gusanos de tierra


No paraba, no había opción para frenar, su caballo atravesaba la meseta a toda velocidad, hacia un rato que no le seguían, pero aun así no podía sentirse tranquilo, apenas quedaban un par de kilómetros para llegar a la ciudad, pero en terreno abierto era un blanco fácil  la tranquilidad no duro demasiado, la tierra comenzó a temblar a su paso, lo habían atrapado, la tierra comenzó a desquebrajarse, dos gusanos de tierra enormes se abrían paso con dos jinetes en sus lomos, sabía que la gente que vivía bajo tierra criaba gusanos para comer, pero no que llegaran a ese tamaño y mucho menos que los usaran como montura, ahora la cosa se había complicado.

- A ver, a ver, entonces son unos tíos que viven bajo tierra y que usan gusanos gigantes como monturas

- Si, esa es la idea

- Y van montados sobre los gusanos, mientras los gusanos se abren paso bajo tierra

- Sí, eso parece

- ¿Pero no debería arrastrarlos la tierra? Es decir, si van montados y los gusanos van a través de tierra, los jinetes estarían golpeándose continuamente contra un muro de tierra ¿no?

- Ahora que lo dices, si, pero yo que sé, imagina que los gusanos tienen como una especie de púas para excavar la tierra y moverse por ella y son grandes, los jinetes podrían ir cubiertos por una de estas púas y listo

- Si bueno, es plausible, pero podrías escribir sobre otra cosa

- ¿Cómo qué?

- Algo que no hubieras hecho antes, no sé, dinosaurios

- ¿Dinosaurios? Ya está todo escrito sobre dinosaurios

- No creas, además seguro que se te ocurre algo, no sé, algo con triceratops y algún científico

- Sí, que encuentra un hueso y se hace un caldo 

22 de diciembre de 2013

El Extraño (2/-)


Edward llevaba un par de horas caminando por el bosque, seguía el rastro de una manada de huargos o eso le habían asegurado esa mañana en la posada de la ciudad, el sabia de sobra que los huargos no existían.
La posada era el mejor lugar para encontrar información, alcohol o una muerte rápida, dependía bastante de la actitud con la que entraras, aunque esa mañana Edward solo buscaba algo de alcohol y reposo, asi que se acerco a la barra y le pidió al tabernero una pinta de cerveza.

- Nunca te había visto por aquí, ¿de dónde eres?

- No tengo un hogar, se podría decir que soy un vagabundo

- ¿Y como se supone que me va a pagar un vagabundo esta cerveza?

- Soy un hombre para todo, un mercenario tal vez, como quieras llamarlo, viajo por el mundo y acepto trabajos, no te preocupes por el dinero

- Oh vaya, eso cambia las cosas, en ese caso, págame la cerveza y ve a la mesa del fondo, donde están aquellos tres viejos, posiblemente tengan algo para ti.

No tenía nada mejor que hacer, así que no rechazo aquello y se encamino hacia la mesa del fondo, jarra de cerveza en mano, mientras llegaba podía ver como tres hombres hablaban de forma muy llamativa, movían mucho los brazos como si discutieran, conforme avanzaba podía captar trozos de la conversación, hablaban sobre robos, robos de ganado, pero no robos normales, si no asaltos de bestias al ganado.

Llegó a la mesa y se sentó sin que ninguno de los tres hombres se percatara de él, bebió un sorbo de su cerveza y la puso en la mesa con un golpe seco, los tres viejos lo miraron

- ¿Qué se te ha perdido aquí muchacho?

- Bueno, acabo de llegar a la ciudad y busco trabajo, el tabernero me dijo que aquí podría encontrarlo

- No creo que seas capaz – dijo otro de los viejos

- Se necesitan agallas para esto –dijo el que hasta el momento no había pronunciado palabra

Edward volvió a agarrar la jarra de cerveza – ponedme a prueba – volvió a pegar un trago

- Huargos, chico, huargos

Edward dirigió su mirada al viejo que había dicho eso y soltó de nuevo su jarra

- ¿Unos huargos se comen vuestro ganado?

Un par de horas más tarde estaba atravesando el bosque en busca de algún rastro de los huargos, Edward sabia de sobra que los huargos no existían, solo eran cuentos, mitos, posiblemente se trataría de una manada de lobos salvajes, con un tamaño más grande de lo habitual, a fin de cuentas, ya lo habían contratado para cazar huargos en el pasado y siempre había sido igual, una manada de lobos rabiosos y más grandes de lo normal.

Acababa de encontrar un rastro que lo había llevado hasta una cueva, antes de entrar desenvaino su espada y la unto con aceite, con toda la cautela que pudo reunir entro en la cueva, el silencio y la oscuridad lo inundaba por completo, avanzaba con el brazo izquierdo pegado a la roca y el derecho empuñando su espada,  sus ojos permanecían cerrados pero su nariz olfateaba cada centímetro de la cueva, conocía muy bien los olores, tierra mojada, roca húmeda, excrementos, algo vivo, sea como fuera en esa cueva había algo mas y siguió adelante, algo crujió bajo su pie, se agacho para examinarlo, palpo con su mano el suelo hasta que dio con lo que había causado el ruido, era algo solido, pero no lo suficiente, parecía astillado, no había duda, eran huesos, aunque no podría decir de qué, entonces el olor a algo vivo inundo su nariz como un torrente, fuera lo que fuera lo que hubiera en esa cueva, lo tenía al lado, se incorporo y agarro su espada con las dos manos, la deslizo por la roca de la pared de la cueva y el aceite prendió, su espada se envolvió en llamas y entonces lo vio, parecía un oso pero era un lobo, un lobo enorme, el mayor que había visto en mucho tiempo, el lobo salto sobre él, sobrepasándolo y salió corriendo hacia la entrada de la cueva, Edward lo siguió.

La bestia era rápida y ágil, pero Edward no era lo que parecía, mientras corría, pasó su mano izquierda por el hoja en llamas de su espada mientras pronunciaba unas palabras que él conocía bien, ya casi llegaban a la salida de la cueva y no podía permitir que la bestia se perdiera en el bosque, Edward extendió su brazo izquierdo y un destello lo recorrió desde su hombro hasta la punta de sus dedos, pero no se detuvo ahí, la luz salió disparada hacia adelante y alcanzó al lobo de lleno cuando ya alcanzaba a salir de la cueva, el lobo desapareció al instante, una lluvia de sangre y vísceras comenzó a caer en la entrada de la cueva, cuando Edward salió de la cueva la lluvia había cesado.

- Huargos, estúpidos ignorantes - se dijo Edward a si mismo -

- No andaban demasiado desencaminados, ¿no crees?

La voz venia de un árbol, Edward alzó la vista pero solo pudo ver como otro par de lobos gigantes saltaban hacia él

15 de diciembre de 2013

El extraño (1-/)


El hombre llevaba ya dos días tumbado en la cama, parecía casi milagroso, pero las heridas de su pecho ya estaban casi cerradas, ella se había afanado por curarlo y cambiarle los vendajes cada noche, sin duda le había salvado de una muerte dolorosa, no tenía ni idea de quién era ese hombre.
Ella vivía sola, cerca del linde del bosque, cerca de la ciudad, pero lo suficientemente alejada como para poder vivir tranquila sin las molestas que conlleva vivir dentro de una ciudad, no por eso dejaba de visitarla, cultivaba flores y solía visitar la ciudad para venderlas, sus flores eran bastante solicitadas por las perfumerías, pastelerías y floristerías de la ciudad, así que cada cierto tiempo, llenaba un pequeño carro que había heredado de su padre y lo ataba al caballo que también le había dejado su padre al morir, partía hacia la ciudad y vendía sus flores, aprovechaba para comprar comida o lo que necesitase y volvía rápido a su casa, no le gustaba demasiado la compañía, y mucho menos la masculina, así que no era de su agrado los piropos que solían caer sobre ella a su paso por la ciudad, a fin de cuentas, era una chica joven y atractiva, con un cabello claro que solía confundirse con el color de las hojas secas de otoño, así que así era su vida, tranquila y apacible, cultivaba sus flores, las vendía y vivía.

Mucha gente desaprobaría eso, una chica, viviendo sola, en otros sitios habría sido impensable, habría sido pasto de alguna bestia o criatura la primera noche, pero esa región era bastante tranquila, otros pensaban que era una bruja, a fin de cuentas, la dejaban tranquila, menos la noche de hace dos días.

Ya caía la noche y la chimenea crepitaba, ella andaba calentando agua, tenía intención de hervir algunas verduras y patatas para la cena, era una noche tranquila a pesar del viento que corría, el cual solía colarse entre los arboles del bosque y producir sonidos parecidos a lamentos, ruidos extraños que alejarían a cualquiera, aunque ella se había criado allí y estaba acostumbrada, a veces incluso se soltaba alguna rama que iba a impactar directa contra la casa, produciendo un golpe seco, ella seguía cortando verduras, entre los lamentos del viento y el sonido de las ramas comenzó a asomar un ruido nuevo, tenue, muy débil, pero ahí estaba, en principio le pareció que el fuego crepitaba demasiado, así que se acerco para ver si es que se le había caído alguna piña que no estuviese seca dentro de la chimenea, movió un poco las brasas con el atizador, pero no encontró nada, así que siguió preparando su cena, no obstante ese ruido seguía ahí, cada vez menos frecuente y más débil, un lamento, unas ramas, el fuego, ese ruido extraño, otro lamento, pero este no era el viento escapando del bosque, venia de la puerta,  de normal habría terminado lo que hacía, preparado su cena e ido a dormir, pero tal vez la curiosidad, le hizo ir hasta la puerta y abrirla.

Un hombre se desplomó sobre el suelo de su casa, tenía las ropas rasgadas y heridas abiertas, balbuceaba, prácticamente vivía en un delirio.

La olla con agua hirviendo, termino siendo usada para hervir plantas medicinales, ella no era medico, pero se ganaba la vida cultivando flores y plantas, conocía las propiedades de muchas de ellas, había arrastrado al hombre hasta la cama y lo había desnudado y limpiado, no tenia vendas así que improviso algunas con sabanas antiguas, aplico algunas plantas hervidas sobre las heridas, las vendó y termino cayendo rendida sobre una mecedora.

Y ya hacia dos noches de eso, el hombre seguía dormido, pero sus heridas prácticamente ya habían cicatrizado, ella seguía cambiándole los vendajes cada cierto tiempo.

Justo acababa de cambiarle los vendajes cuando dos golpes secos sonaron en la puerta, se acerco para abrir la puerta y esta se abrió de golpe, entro un hombre de sopetón, ella cayó al suelo, el hombre era algo, fornido, llevaba la cabeza afeitada y portaba un cuchillo muy largo, miro a la chica directamente y se agacho sobre ella.

  - ¿Dónde está?, puedo olerlo

Ella no podía articular palabra, el miedo la paralizaba, oyó un ruido detrás de ella, como de algo arrastrándose ¿será él? Pensó, el hombre que estaba agachado miro sobre la cabeza de la chica, el sonido de algo arrastrándose ceso, pero se cambio por una voz que no conocía, en una lengua que tampoco conocía, un resplandor, y el hombre que estaba sobre ella desapareció, pero no desapareció de repente sin dejar rastro, las paredes, la puerta, hasta la cara de ella estaban cubiertas del hombre que hace un segundo estaba agachado sobre ella, había explosionado sobre ella, miro hacia atrás y vio al hombre que había curado, de rodillas en el marco de una puerta, agarrándose el costado con el brazo izquierdo y con el derecho extendido, jadeaba, parecía cansado.

7 de diciembre de 2013

Esta vez


A veces me sorprendo imaginando
Situaciones que ya nunca más serán
Como las que teníamos cuando venias
A verme,
No sé cuánto te quedaste para ti
Debió ser más que suficiente
Por lo vacio que quedé
Y hasta trozos de mi futuro
Me figuro conservaste,
Fue difícil, mirar atrás y encontrarte
Más no verte por delante
El rumbo se perdió, no imagine
Que pudieras ser tan importante
Para algo tan vano como yo,
Mi amor, no sabes cuánto me dolió perderte
Saber que sigues andando por ahí sin verte
Que cada día despiertas sin tenerme,
Hasta que me pregunto ¿y si vuelve?
Volveré a amarla como antes
Quiero verla llorar esta vez
Tenerla entre mis brazos como antes
Debes llorarme esta vez
Besarla de nuevo como antes
Necesito verla llorar esta vez
Esta vez 

1 de diciembre de 2013

Y comenzó


Se desvaneció, como el azúcar en leche caliente, fue como si se dejase caer en un silo lleno de los recuerdos que los dos crearon y que si antes fueron agradables, ahora eran una punzada más en su desgastado corazón, comenzó a reeducarse, aprendió, que la vida no son dos, que en el hueco de su cama cabía algo más que amor, y fue perdiendo el rumbo de su dolor, empezó a besar labios sin sentido ni sabor y perdió las barreras que confinaban a su bestia interior, cambio cuarenta grados por los treinta y seis que perdió, construyó a su alrededor una prisión para contenerse, con muros de hormigón que esperaba no romperse,  confinándose en el interior, ahogado en su propio dolor, gritando mas por odio que por temor y la encontró, y sus muros cayeron como algodón, y sus gritos sonaros como susurros, y su dolor, su dolor volvió a quemarle, su odio a castigarle y ella volvió a …