Se desvaneció,
como el azúcar en leche caliente, fue como si se dejase caer en un silo lleno
de los recuerdos que los dos crearon y que si antes fueron agradables, ahora
eran una punzada más en su desgastado corazón, comenzó a reeducarse, aprendió,
que la vida no son dos, que en el hueco de su cama cabía algo más que amor, y
fue perdiendo el rumbo de su dolor, empezó a besar labios sin sentido ni sabor
y perdió las barreras que confinaban a su bestia interior, cambio cuarenta
grados por los treinta y seis que perdió, construyó a su alrededor una prisión para
contenerse, con muros de hormigón que esperaba no romperse, confinándose en el interior, ahogado en su
propio dolor, gritando mas por odio que por temor y la encontró, y sus muros
cayeron como algodón, y sus gritos sonaros como susurros, y su dolor, su dolor volvió
a quemarle, su odio a castigarle y ella volvió a …
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