27 de octubre de 2013

Pinzas para pezones


Y entonces le puse las pinzas en los pezones

- ¿Pinzas? ¿De la ropa?

- No, estúpido, unas pinzas de metal, que vienen de dos en dos unidas por una cadenita, son para eso, para ponerlas en los pezones, pero vaya, como te decía, estaba detrás de ella, dándole, pare un momento para coger las pinzas y se las puse en los pezones, haciendo que la cadenita le quedara en la espalda, la empuje para dejarla a cuatro y empecé a darle mientras tiraba con todas mis fuerzas de la cadena, joder como gritaba, pero no se quejaba, al revés, le gustaba, tenía toda clase de juguetitos y cogí el que pensé que menos daño le haría y la tía no paraba de gritar pidiendo que tirase más fuerte y que la azotara total, que la tía de repente deja de gritar en seco y noto como empieza a temblar, me acojoné en serio, grito de nuevo y comenzó a correrse, se la saqué y no paraba de chorrear, en serio, lo puso todo perdido pero joder que bien estuvo

- Sí, eso o vi una noche, con una amiga de mi ex

- ¿Con una amiga de tu ex?

- Si, si, eh, espera, no piensas mal, estábamos los tres, mi ex, su amiga y yo, estábamos en casa de la amiga, cenando y bueno, supongo que por el alcohol, el tema de conversación fue variando y su amiga termino contándonos que cuando se corría lo empapaba todo, total, que a mi ex le entró la curiosidad y le dijo que quería verla y la otra ni corta ni perezosa nos lleva al cuarto de baño, se desnuda, se mete en la bañera y empieza a masturbarse, y estaba yo, con mi ex al lado y la amiga delante en bolas masturbándose y la tía a saquisimo, casi parecía que se le había colado algo y que estaba intentando sacárselo, gritos y mas gritos, sonaba como si estuviera chapoteando y claro, como tú has dicho, de repente se para, se sienta en el borde, empieza a temblar y comienza a chorrear como una loca, parecía un grifo roto y no paraba, continuamente mi ex flipando, la otra termino tumbada en la bañera sobre sus propios flujos, en fin, un espectáculo, aunque mi ex no se quedaba corta.

- ¿También se corría como si fuera un grifo abierto?

- No, no, era más, mas… bueno, se reía

- ¿Cómo?

- Sí, siempre que se corría le entraba la risa, se partía el culo, era correrse y empezar a descojonarse

-Yo creo que se reía de ti

- Si, o de tu puta madre ¿vas a terminarte tu hamburguesa?

- Claro, tengo bastante hambre y este capullo no aparece

- Si, sobre eso ¿Qué le toca al desgraciado de hoy? ¿Hay que matarlo?

- No, solo asustarlo, de todas formas ¿Qué problema tienes con matar?

- Es un día raro, hoy no me apetece matar a nadie

- ¿Pero qué coño? Acabamos de estar hablando sobre corridas mientras comemos, la semana pasada te vi sacarle a un tío los ojos con una cucharilla de postre, una puta cucharilla de postre, hace un mes te apetecía ser original y metiste a un tío dentro de una hormigonera, no te bastaba con enterrarlo vivo, no, tenias que tirarlo dentro de la puta hormigonera, en serio tío, a veces me acojonas y eso que llevo un par de años dedicándome a esto contigo ¿y me dices que hoy no te apetece matar a nadie? Creo que eso si que me acojona

- Si tío, a veces no me apetece tener que tirar ropa nueva porque este manchada, a veces hay días en los que no me apetece que la sangre de un mierdas me salpique la cara, tener que usar esas putas toallitas húmedas para limpiarla y que terminen esparciéndola más que al principio, ya sabes, me jode, de hecho, había estado pensando en usar una mascara

- ¿Una máscara? Como si fueras a robar un banco, ¿no llamarías más la atención?

- Si tío, una máscara, la llevaría sobre la cabeza y me cubriría la cara con ella cuando hiciera falta, y no tendría que ser algo demasiado llamativo, yo me imaginaba con algo de plástico, traslucido, una cara normal y corriente, inexpresiva, tal vez mi propia cara, total

- Joder, estas como una puta cabra, pero imagínate, un tío corriendo y nosotros dos detrás con esas putas mascaras, se cagarían vivos, nos temerían de una punta a otra del país

- Si, ese es el problema, que seriamos los locos de las mascaras y al final terminaríamos llamando más la atención, asi que al final, tendré que volver a las putas toallitas húmedas, acábate la hamburguesa, ya debe estar al llegar. 

20 de octubre de 2013

Apenas


Y ya apenas recuerdo todas tus teorías esquivas de la realidad, apenas siento tus llantos por los que nunca me inmute,  apenas estas presente en mí, solo quedan algunos retazos de lo que pretendiste ser y nunca conseguiste si quiera acercarte a ello.

Mi amor murió mucho antes que tú en mi vida, si alguna vez llegue a sentir algo por ti, caducó bastante antes de que me atreviera a expresarlo, y cuando por fin lo exprese, ciego de mí, me prohibí amar, sin darme cuenta de que ya lo volvía a hacer.

Mientras compartíamos nuestro último baile entre sabanas, unos tacones inquietos  bailaban en mi mente, mientras caías deslizándote por mis piernas, era ella la que se deslizaba por mi cabeza, caricias vacías para mí, que llenaba con su estela.

13 de octubre de 2013

Compasión Por La Bestia (5/-)


Cuando mis aliados y mis enemigos no eran más que charcos malolientes de entrañas y sangre, simplemente me senté en el trono y me dormí, tal vez la ira había consumido toda mi energía, tal vez ya no tenía nada que hacer allí, mi utilidad había terminado y era la rabia la que movía a un cuerpo inerte, dejándolo hueco y vacio  un remanso de paz donde antes solo había muerte y caos. 

Bragnof me despertó súbitamente, no sabía muy bien cuanto tiempo había pasado

- ¿Pero qué has hecho chico?

Solo estaba él en la sala del trono junto a mí

- Me ha costado horas de discusiones con los otros mandos que no entrase un batallón solo para acabar contigo por traición, que es lo que debería hacer ahora mismo, ¿pero qué has hecho chico? – volvió a repetir

No dije palabra alguna, no por vergüenza o miedo, realmente no tenía ningún interés en darle más opciones de conversación a Bragnof

- Está bien, seré sincero y claro contigo chico, como he dicho, si no fuera por mi ahora estarías muerto por la traición que suponen tus actos, pero a fin de cuentas, prácticamente hemos tomado la ciudad por ti, asi que he querido apelar a eso, tengo ordenes claras, debo encadenarte y llevarte de vuelta a casa, pero si te niegas a eso, seré yo mismo quien deba matarte, dime chico ¿me dejaras encadenarte?

Seguía callado, ahora estaba en mis cabales, sabía que un viejo como Bragnof no iba a suponer ningún problema, pero el ejército que había esperándome a su muerte si sería algo más complicado, así que una vez más, pero de una forma más calmada, me deje llevar, levante mis dos puños hacia Bragnof.

Bragnof tampoco dijo nada, se limito a encadenarme los brazos y  recoger mi arma, como un perro sumiso y con la mirada clavada al suelo, lo seguí, mi pelo seguía suelto.

No fue demasiado larga la caminata hasta llegar a un carro donde dos soldados me lanzaron de malas maneras, eran los carros para transportar a los prisioneros de guerra, allí estaba yo, sentado en una esquina, sometido al traqueteo constante de los caballos, de camino a casa a la espera de un juicio del que ya sabía el resultado.

No hay mucho que contar del viaje en carro, los guardias escoltaban los carros a caballos y a veces me entretenía oyendo sus conversaciones, vanas, carentes de interés, pero hacían el viaje más entretenido.
Cuando llegamos al reino,  me llevaron directamente a los calabozos, allí me despojaron de Bautismo de Sangre, pero aun quedaba adherida a mi piel, como una segunda armadura la sangre reseca formando costra de los que cayeron a mi paso, tuvieron la bondad de asearme a base de cubos de agua fría, tampoco es que lo pidiera, pero me vino bien sentirme desnudo por una vez en mucho tiempo, después de eso me arrojaron a una de las celdas, en solitario, por norma general solían estar abarrotadas, pero hicieron espacio y dejaron una libre para mi, que honor, pensé.

Solo pasé allí metido tres días  no hice nada, solo tenía algo de movimiento cuando el carcelero pasaba a tirar la comida a los encarcelados, hasta ahí recibía un trato especial, poco después me entere que era el trato normal para los prisioneros que formaban parte del ejercito, no obstante, era mi único momento de diversión del día, el carcelero llegaba con mi comida y con dos guardias armados, entonces me tiraba una llave, yo dócil y tranquilo me encadenaba con un par de grilletes que había anclados en la pared y volvía a lanzarle la llave al carcelero, este abría la celda, entraba, soltaba mi comida, salía más rápido de lo que había entrado y cuando volvía a estar a salvo con mi jaula bien cerrada, me lanzaba la llave para que me soltara y se quedaba allí hasta que le devolvía la llave para volver a repetir el proceso en la cena, me divertía agitar mis cadenas cuando él estaba dentro de la celda y ver como vibraba de miedo todo su orondo cuerpo.
Al tercer día Bragnof se persono delante de mi celda y me dijo que el rey ya había decidido, se había lavado las manos y había contado el caso al pueblo, el cual había sido tajante, horca para el traidor, esa misma tarde estaría colgado de un nudo corredizo y ondularía como un péndulo un tanto macabro.
Como un condenado mas, subió las escaleras que lo llevaban al cadalso, su cara la ocultaba su melena negra, la gente le abucheaba a gritos de traidor, parecía que eso no iba demasiado con él, parecía completamente desgastado, como si ya hubiese hecho todo lo que tenía que hacer en la vida y solo le quedara dar ese último paso, un último paso hacia un vacio que solo le conduciría a una muerte rápida si tenía la suerte suficiente de que su cuello se partiera, si no, aun le quedaría una agonía algo más lenta, cuando por fin termino su escalada, el verdugo le coloco un saco en la cabeza, esto es para que la gente no se espante con las muecas que suelen quedársela a los ahorcados al morir, le ajusto el nudo corredizo al cuello y un guardia leyó su nombre y el delito, Ludwig Van Crome condenado a la horca por actos de traición contra el reino, un padre desolado miraba el espectáculo desde el gentío, sin más preámbulos el verdugo tiro de la palanca que accionaba la trampilla y ese desgraciado cayó como un peso muerto, el crujido de sus vertebras al partirse pudo oírse desde mi celda, Bragnof estaba conmigo, para el rey y para toda la gente de sus tierras, yo había muerto esa tarde, pero no para Bragnof, se encargo de cortarle la lengua a otro preso y adelantar su condena, en cuanto a mí, me llevo más allá de los muros de la ciudad, cuando estábamos lo suficientemente alejados, detuvo su caballo y me bajé de él.

- Esta noche me debes algo más que tu vida, me debes también tu nueva vida.

Se bajo del caballo y puso sus manos sobre mis hombros

-Ese bastardo del rey no es capaz de comprender lo que has hecho por el reino y el potencial que tienes, pero a fin de cuentas mereces un castigo por lo que hiciste, sobra decir que no puedes volver a la ciudad, o te matarían a ti y a mí por ayudarte, a fin de cuentas, no puedes luchar contra un ejercito, ¿no?.

-¿Podría pedirte algo más?

- Puedes intentarlo

- Cuéntale todo a Pharia, ese hombre no merece vivir una mentira

- Dalo por hecho chico

Bragnof se acerco a su caballo y comenzó a descargar unas bolsas

- Aquí tienes algo de comida y dinero, así como tu armadura y tus armas, no obstante, si te dejas ver con ella puesta armaras algo de revuelo, así que intenta ser discreto, por favor, bastante me ha costado robarla, no muy lejos de aquí, si sigues las montañas, no tardaras en ver unas luces, es la ciudad de Franor, es un buen sitio para empezar de nuevo.

Soltó los bártulos en el suelo y volvió a poner sus manos en mis hombros

- Suerte muchacho.

6 de octubre de 2013

Compasión por la bestia (4/-)


La iglesia se tiñó de rojo y yo también, aun más si cabe, yo, por llamarme de alguna forma, en ese momento no quedaba un ápice de yo en mi, ni un solo centímetro de mi cuerpo albergaba nada parecido a la humanidad, camine entre los cadáveres y las extremidades cercenadas, tranquilo, sin prisa, parecía como si la guerra no fuera conmigo, regresé a la plaza y me encaminé al palacio, de fondo podía oír el ruido de la batalla unas calles más abajo, no tardarían mucho en llegar a la plaza y al palacio, no, no podía dejarlos, tenía que ser yo quien matase al rey, aligere el paso, la escalinata que llevaba al palacio estaba desierta, toda la defensa estaría dentro supuse, la puerta principal cerrada, lógico, ni si quiera lo pensé ni me di cuenta de la figura que unos instantes atrás me miraba con miedo desde el balcón al que intentaba llegar, y ya estaba agarrado a los adoquines de la fachada del castillo para llegar al balcón, clavaba las dagas entre los resquicios para ir más rápido y no tarde demasiado volver a tener un suelo firme bajo mis pies, entre cruce el umbral y llegue a unos aposentos, parecían infantiles, me acerque a la cómoda y solo había enseres femeninos ¿una hija? Sabia de sobra que la reina de Greinteh habia muerto hace años, pero no sabía que existiera una princesa, sea como fuere oí un alboroto al otro lado de las puertas de la habitación, la cama estaba enfrente de estas puertas, asi a modo de descanso, me senté en la cama a esperar que abriesen las puertas, la sangre de mi armadura se deslizaba poco a poco hasta impregnar las sabanas y entonces fue cuando lo noté un murmullo, casi inaudible, unos sollozos, subían por las patas de la cama y se colaban debajo de las sabanas hasta mezclarse con la sangre que se desprendía de mi armadura, la niña, estaba escondida debajo de la cama, deslice mi espada fuera de su vaina y sin levantarme apoye su punta contra el colchón, un sonoro grito se oyó detrás de las puertas y estas se abriendo de par en par, dos soldados entraron, olvide a la niña, el traqueteo de mi armadura volvió, se nublo de nuevo mi raciocinio, dos segundos después estaba atravesando las gargantas de esos dos guardias, detrás de la puerta aguardaba otro grupo de ellos, como si no fuera suficiente ver a sus dos compañeros tirados en el suelo con las manos en el cuello intentando parar la sangre y la vida que se escapaba de ellos, se vinieron contra mí, llenos de rabia, odio y miedo, pero no fue suficiente, mi primer tajo fue hacia las piernas del primer hombre que llegaba a mí, sus piernas se desprendieron de él como las hojas secas de un árbol en otoño, ya tenía otro sobre mí al que le hundí la espada en el pecho, lleve mis manos a mi espalda y saque las dos dagas, me agaché, la espada de otro de esos infelices silbo sobre mi cabeza, me gire aun agachado y comencé a coserlo a puñaladas desde su cintura hasta su cuello, corté su cuello, innecesario, pero divertido, golpee su pecho con una patada y su cuerpo muerto salió disparado contra el último soldado que quedaba vivo, cayó al suelo, fui hacia el cadáver que tenía mi espada en su pecho, la saqué y mientras el último de esos desgraciados intentaba quitarse el cadáver de su compañero de encima, puse mi pie sobre el muerto y apoye mi espada en el abdomen más que destrozado por las puñaladas de mis dagas.

- Piedad por favor, tengo mujer e hijos

- ¿Se escondían en la iglesia?

Su mirada se heló completamente y apenas pudo articular palabra, simplemente movió la cabeza en gesto afirmativo

- Entonces ya no tienes nada por lo que vivir

Mis palabras le dolieron más que mi espada penetrando su corazón, al menos su miseria no duro demasiado.
Mire a mi alrededor, estaba en un pasillo, circular, como una pequeña balconada,  del  hueco del centro que daba al piso inferior, pendía una lámpara de araña de varios metros de envergadura, y justo debajo, un enclenque y asustado rey se aferraba a su trono como si eso pudiera salvarle, corrí por el pasillo hasta estar a la distancia justa para saltar a la lámpara, corté la cadena que la sujetaba y el estruendo se pudo sentir en cada rincón del palacio, la lámpara estallo contra el suelo provocando una lluvia de cristales que volaban en todas las direcciones, emborronando mi silueta delante de la única persona que estaba allí, el rey de Greinteh

- Detente

- Hoy no
Un mal paso, un impulso, ansia de venganza, no sé qué seria, pero el asesino que se arrastraba detrás de mi dio un paso más sonoro que el anterior, lo suficiente para girarme y bloquear su espada en el último segundo, tan extremo, tan a la desesperada y tan fuerte que aun así alcanzó mi mascara y la partió, mi pelo se soltó y la sangre comenzó a caer por mi frente, llegando hasta mis labios y yo la recogía con mi lengua, lo mire directamente a los ojos y volví a reír, lo empuje y avance hacia él, saque una de mis dagas, la lance a su cabeza pero la bloqueó, el insensato llevaba dos espadas cortas, saque mi otra daga y ya lo tenía encima, comenzamos el baile, las armas chocaban entre ellas, eran nuestros instrumentos y esa era la última función antes del súmmum de la obra, parecía ser la última defensa del rey, parecía ser el ultimo bastardo que mataría antes de matar al rey, un pequeño descuido y le herí el brazo, se retiro un par de pasos, pero no le di cuartel, estaba tan cerca de acabar, era tanta la rabia por terminar, que mis golpes cada vez eran más fuertes, más rápidos y más crueles, otro fallo y le abrí otra herida, en la pierna esta vez, un fallo mas y ahora era uno de sus brazos el que salía volando, se acabo, comencé a cortarlo como si no tuviera otro compromiso con la vida, los trozos caían de su cuerpo y yo no podía parar, su sangre se mezclaba con la que caía por mi cara y yo seguía riendo, cuando no quedaba más carne que cortar me gire hacia el rey y emprendí la ultima caminata del día, mirando hacia el suelo, arrastrando la punta de mi espada por el suelo, no tenía prisa, sabía que cada paso que daba, era un paso menos para que terminara la guerra, si por mi fuera habría dejado huir al rey para alargarlo todo un par de años más, pero, claro, en ese momento no era yo quien estaba a los mandos.

Delante del rey, este tuvo un último alarde de valentía y se puso de pie para encararme

- Haz lo que tengas que hacer – dijo

- Como ordenes majestad

Deje caer mi espada y salte hacia él, caímos en su trono y comencé a apuñalarlo con la daga directamente en su pecho, su costado, su cuello, cada golpe hacia que perdiera mas la cordura, cada golpe desgarraba mas su carne, su débil cuerpo apenas podía sujetarse, las puñaladas en el cuello hicieron que su cabeza quedara colgado de apenas unos tendones.

Tire mi daga y hundí mis manos en las heridas de su pecho, agarre sus vísceras y sus huesos con mis propias manos y tire de ellas hacia mí, iba soltando toda la porquería que sacaba de él y volvía a por mas, lo estaba despiezando, poco a poco con mis manos, me incorpore, puse mi pie en su regazo y agarre su cabeza, tire con todas mis fuerzas y se la arranque al tiempo que los soldados de mi bando reventaban las puertas de la sala del trono, allí estaba el cuerpo del rey, con mas órganos tirados a su alrededor que dentro de él, y delante del rey, una vorágine de sangre y rabia que era yo, sujetando su cabeza con una mano, completamente empapado de sangre, mi pelo pegado a mi cara, trozos de carne del rey pegados a mis manos, una bestia desatada.

Los soldados más adelantados iban gritando, saltando, todo había acabado, pero yo, en ese momento, no era yo, no aguantaba las ansias, la vibración de mis músculos no se había parado, al contrario, era casi incontrolable, cuando el primer soldado ya casi llegaba a mí, solté la cabeza del rey, rodé por el suelo recogiendo mi espada y se la clave en el estomago, seguí avanzando, cortando a todos los que venían detrás, los más atrasados pararon en seco su carrera y comenzaron a huir

- ¡Esta loco!

- ¡Esta fuera de si!

- ¡Huid!

Cerraron las puertas del trono a su paso y me dejaron encerrado allí con los otros soldados heridos de mi bando, me desquite con ellos, de uno en uno, lenta y sádicamente, lo que acababa de hacerle al rey parecía una mala broma con lo que hice con aquellos hombres, desde el primer piso, agachada y asustada una pequeña niña veía todo, sin que yo me diera cuenta de ella.