Cuando
mis aliados y mis enemigos no eran más que charcos malolientes de entrañas y
sangre, simplemente me senté en el trono y me dormí, tal vez la ira había consumido toda mi energía, tal vez ya no tenía nada que hacer allí, mi utilidad había terminado y era la rabia la que movía a un cuerpo inerte, dejándolo hueco
y vacio un remanso de paz donde antes solo había muerte y caos.
Bragnof
me despertó súbitamente, no sabía muy bien cuanto tiempo había pasado
- ¿Pero qué
has hecho chico?
Solo
estaba él en la sala del trono junto a mí
- Me ha
costado horas de discusiones con los otros mandos que no entrase un batallón
solo para acabar contigo por traición, que es lo que debería hacer ahora mismo,
¿pero qué has hecho chico? – volvió a repetir
No dije
palabra alguna, no por vergüenza o miedo, realmente no tenía ningún interés en
darle más opciones de conversación a Bragnof
- Está
bien, seré sincero y claro contigo chico, como he dicho, si no fuera por mi
ahora estarías muerto por la traición que suponen tus actos, pero a fin de
cuentas, prácticamente hemos tomado la ciudad por ti, asi que he querido apelar
a eso, tengo ordenes claras, debo encadenarte y llevarte de vuelta a casa, pero
si te niegas a eso, seré yo mismo quien deba matarte, dime chico ¿me dejaras
encadenarte?
Seguía
callado, ahora estaba en mis cabales, sabía que un viejo como Bragnof no iba a
suponer ningún problema, pero el ejército que había esperándome a su muerte si sería
algo más complicado, así que una vez más, pero de una forma más calmada, me
deje llevar, levante mis dos puños hacia Bragnof.
Bragnof
tampoco dijo nada, se limito a encadenarme los brazos y recoger mi arma, como un perro sumiso y con
la mirada clavada al suelo, lo seguí, mi pelo seguía suelto.
No fue
demasiado larga la caminata hasta llegar a un carro donde dos soldados me
lanzaron de malas maneras, eran los carros para transportar a los prisioneros
de guerra, allí estaba yo, sentado en una esquina, sometido al traqueteo
constante de los caballos, de camino a casa a la espera de un juicio del que ya
sabía el resultado.
No hay mucho
que contar del viaje en carro, los guardias escoltaban los carros a caballos y
a veces me entretenía oyendo sus conversaciones, vanas, carentes de interés,
pero hacían el viaje más entretenido.
Cuando
llegamos al reino, me llevaron
directamente a los calabozos, allí me despojaron de Bautismo de Sangre, pero
aun quedaba adherida a mi piel, como una segunda armadura la sangre reseca
formando costra de los que cayeron a mi paso, tuvieron la bondad de asearme a
base de cubos de agua fría, tampoco es que lo pidiera, pero me vino bien
sentirme desnudo por una vez en mucho tiempo, después de eso me arrojaron a una
de las celdas, en solitario, por norma general solían estar abarrotadas, pero
hicieron espacio y dejaron una libre para mi, que honor, pensé.
Solo pasé
allí metido tres días no hice nada, solo tenía algo de movimiento cuando el
carcelero pasaba a tirar la comida a los encarcelados, hasta ahí recibía un
trato especial, poco después me entere que era el trato normal para los
prisioneros que formaban parte del ejercito, no obstante, era mi único momento
de diversión del día, el carcelero llegaba con mi comida y con dos guardias
armados, entonces me tiraba una llave, yo dócil y tranquilo me encadenaba con
un par de grilletes que había anclados en la pared y volvía a lanzarle la llave
al carcelero, este abría la celda, entraba, soltaba mi comida, salía más rápido
de lo que había entrado y cuando volvía a estar a salvo con mi jaula bien
cerrada, me lanzaba la llave para que me soltara y se quedaba allí hasta que le
devolvía la llave para volver a repetir el proceso en la cena, me divertía agitar
mis cadenas cuando él estaba dentro de la celda y ver como vibraba de miedo
todo su orondo cuerpo.
Al tercer
día Bragnof se persono delante de mi celda y me dijo que el rey ya había decidido, se había lavado las manos y había contado el caso al pueblo, el cual había sido tajante, horca para el traidor, esa misma tarde estaría colgado de
un nudo corredizo y ondularía como un péndulo un tanto macabro.
Como un
condenado mas, subió las escaleras que lo llevaban al cadalso, su cara la
ocultaba su melena negra, la gente le abucheaba a gritos de traidor, parecía
que eso no iba demasiado con él, parecía completamente desgastado, como si ya
hubiese hecho todo lo que tenía que hacer en la vida y solo le quedara dar ese último
paso, un último paso hacia un vacio que solo le conduciría a una muerte rápida si
tenía la suerte suficiente de que su cuello se partiera, si no, aun le quedaría
una agonía algo más lenta, cuando por fin termino su escalada, el verdugo le
coloco un saco en la cabeza, esto es para que la gente no se espante con las
muecas que suelen quedársela a los ahorcados al morir, le ajusto el nudo
corredizo al cuello y un guardia leyó su nombre y el delito, Ludwig Van Crome
condenado a la horca por actos de traición contra el reino, un padre desolado
miraba el espectáculo desde el gentío, sin más preámbulos el verdugo tiro de la
palanca que accionaba la trampilla y ese desgraciado cayó como un peso muerto,
el crujido de sus vertebras al partirse pudo oírse desde mi celda, Bragnof estaba
conmigo, para el rey y para toda la gente de sus tierras, yo había muerto esa
tarde, pero no para Bragnof, se encargo de cortarle la lengua a otro preso y
adelantar su condena, en cuanto a mí, me llevo más allá de los muros de la
ciudad, cuando estábamos lo suficientemente alejados, detuvo su caballo y me
bajé de él.
- Esta noche
me debes algo más que tu vida, me debes también tu nueva vida.
Se bajo
del caballo y puso sus manos sobre mis hombros
-Ese bastardo
del rey no es capaz de comprender lo que has hecho por el reino y el potencial
que tienes, pero a fin de cuentas mereces un castigo por lo que hiciste, sobra
decir que no puedes volver a la ciudad, o te matarían a ti y a mí por ayudarte,
a fin de cuentas, no puedes luchar contra un ejercito, ¿no?.
-¿Podría
pedirte algo más?
- Puedes
intentarlo
- Cuéntale
todo a Pharia, ese hombre no merece vivir una mentira
- Dalo
por hecho chico
Bragnof
se acerco a su caballo y comenzó a descargar unas bolsas
- Aquí tienes
algo de comida y dinero, así como tu armadura y tus armas, no obstante, si te
dejas ver con ella puesta armaras algo de revuelo, así que intenta ser
discreto, por favor, bastante me ha costado robarla, no muy lejos de aquí, si
sigues las montañas, no tardaras en ver unas luces, es la ciudad de Franor, es un
buen sitio para empezar de nuevo.
Soltó
los bártulos en el suelo y volvió a poner sus manos en mis hombros
- Suerte muchacho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario