6 de octubre de 2013

Compasión por la bestia (4/-)


La iglesia se tiñó de rojo y yo también, aun más si cabe, yo, por llamarme de alguna forma, en ese momento no quedaba un ápice de yo en mi, ni un solo centímetro de mi cuerpo albergaba nada parecido a la humanidad, camine entre los cadáveres y las extremidades cercenadas, tranquilo, sin prisa, parecía como si la guerra no fuera conmigo, regresé a la plaza y me encaminé al palacio, de fondo podía oír el ruido de la batalla unas calles más abajo, no tardarían mucho en llegar a la plaza y al palacio, no, no podía dejarlos, tenía que ser yo quien matase al rey, aligere el paso, la escalinata que llevaba al palacio estaba desierta, toda la defensa estaría dentro supuse, la puerta principal cerrada, lógico, ni si quiera lo pensé ni me di cuenta de la figura que unos instantes atrás me miraba con miedo desde el balcón al que intentaba llegar, y ya estaba agarrado a los adoquines de la fachada del castillo para llegar al balcón, clavaba las dagas entre los resquicios para ir más rápido y no tarde demasiado volver a tener un suelo firme bajo mis pies, entre cruce el umbral y llegue a unos aposentos, parecían infantiles, me acerque a la cómoda y solo había enseres femeninos ¿una hija? Sabia de sobra que la reina de Greinteh habia muerto hace años, pero no sabía que existiera una princesa, sea como fuere oí un alboroto al otro lado de las puertas de la habitación, la cama estaba enfrente de estas puertas, asi a modo de descanso, me senté en la cama a esperar que abriesen las puertas, la sangre de mi armadura se deslizaba poco a poco hasta impregnar las sabanas y entonces fue cuando lo noté un murmullo, casi inaudible, unos sollozos, subían por las patas de la cama y se colaban debajo de las sabanas hasta mezclarse con la sangre que se desprendía de mi armadura, la niña, estaba escondida debajo de la cama, deslice mi espada fuera de su vaina y sin levantarme apoye su punta contra el colchón, un sonoro grito se oyó detrás de las puertas y estas se abriendo de par en par, dos soldados entraron, olvide a la niña, el traqueteo de mi armadura volvió, se nublo de nuevo mi raciocinio, dos segundos después estaba atravesando las gargantas de esos dos guardias, detrás de la puerta aguardaba otro grupo de ellos, como si no fuera suficiente ver a sus dos compañeros tirados en el suelo con las manos en el cuello intentando parar la sangre y la vida que se escapaba de ellos, se vinieron contra mí, llenos de rabia, odio y miedo, pero no fue suficiente, mi primer tajo fue hacia las piernas del primer hombre que llegaba a mí, sus piernas se desprendieron de él como las hojas secas de un árbol en otoño, ya tenía otro sobre mí al que le hundí la espada en el pecho, lleve mis manos a mi espalda y saque las dos dagas, me agaché, la espada de otro de esos infelices silbo sobre mi cabeza, me gire aun agachado y comencé a coserlo a puñaladas desde su cintura hasta su cuello, corté su cuello, innecesario, pero divertido, golpee su pecho con una patada y su cuerpo muerto salió disparado contra el último soldado que quedaba vivo, cayó al suelo, fui hacia el cadáver que tenía mi espada en su pecho, la saqué y mientras el último de esos desgraciados intentaba quitarse el cadáver de su compañero de encima, puse mi pie sobre el muerto y apoye mi espada en el abdomen más que destrozado por las puñaladas de mis dagas.

- Piedad por favor, tengo mujer e hijos

- ¿Se escondían en la iglesia?

Su mirada se heló completamente y apenas pudo articular palabra, simplemente movió la cabeza en gesto afirmativo

- Entonces ya no tienes nada por lo que vivir

Mis palabras le dolieron más que mi espada penetrando su corazón, al menos su miseria no duro demasiado.
Mire a mi alrededor, estaba en un pasillo, circular, como una pequeña balconada,  del  hueco del centro que daba al piso inferior, pendía una lámpara de araña de varios metros de envergadura, y justo debajo, un enclenque y asustado rey se aferraba a su trono como si eso pudiera salvarle, corrí por el pasillo hasta estar a la distancia justa para saltar a la lámpara, corté la cadena que la sujetaba y el estruendo se pudo sentir en cada rincón del palacio, la lámpara estallo contra el suelo provocando una lluvia de cristales que volaban en todas las direcciones, emborronando mi silueta delante de la única persona que estaba allí, el rey de Greinteh

- Detente

- Hoy no
Un mal paso, un impulso, ansia de venganza, no sé qué seria, pero el asesino que se arrastraba detrás de mi dio un paso más sonoro que el anterior, lo suficiente para girarme y bloquear su espada en el último segundo, tan extremo, tan a la desesperada y tan fuerte que aun así alcanzó mi mascara y la partió, mi pelo se soltó y la sangre comenzó a caer por mi frente, llegando hasta mis labios y yo la recogía con mi lengua, lo mire directamente a los ojos y volví a reír, lo empuje y avance hacia él, saque una de mis dagas, la lance a su cabeza pero la bloqueó, el insensato llevaba dos espadas cortas, saque mi otra daga y ya lo tenía encima, comenzamos el baile, las armas chocaban entre ellas, eran nuestros instrumentos y esa era la última función antes del súmmum de la obra, parecía ser la última defensa del rey, parecía ser el ultimo bastardo que mataría antes de matar al rey, un pequeño descuido y le herí el brazo, se retiro un par de pasos, pero no le di cuartel, estaba tan cerca de acabar, era tanta la rabia por terminar, que mis golpes cada vez eran más fuertes, más rápidos y más crueles, otro fallo y le abrí otra herida, en la pierna esta vez, un fallo mas y ahora era uno de sus brazos el que salía volando, se acabo, comencé a cortarlo como si no tuviera otro compromiso con la vida, los trozos caían de su cuerpo y yo no podía parar, su sangre se mezclaba con la que caía por mi cara y yo seguía riendo, cuando no quedaba más carne que cortar me gire hacia el rey y emprendí la ultima caminata del día, mirando hacia el suelo, arrastrando la punta de mi espada por el suelo, no tenía prisa, sabía que cada paso que daba, era un paso menos para que terminara la guerra, si por mi fuera habría dejado huir al rey para alargarlo todo un par de años más, pero, claro, en ese momento no era yo quien estaba a los mandos.

Delante del rey, este tuvo un último alarde de valentía y se puso de pie para encararme

- Haz lo que tengas que hacer – dijo

- Como ordenes majestad

Deje caer mi espada y salte hacia él, caímos en su trono y comencé a apuñalarlo con la daga directamente en su pecho, su costado, su cuello, cada golpe hacia que perdiera mas la cordura, cada golpe desgarraba mas su carne, su débil cuerpo apenas podía sujetarse, las puñaladas en el cuello hicieron que su cabeza quedara colgado de apenas unos tendones.

Tire mi daga y hundí mis manos en las heridas de su pecho, agarre sus vísceras y sus huesos con mis propias manos y tire de ellas hacia mí, iba soltando toda la porquería que sacaba de él y volvía a por mas, lo estaba despiezando, poco a poco con mis manos, me incorpore, puse mi pie en su regazo y agarre su cabeza, tire con todas mis fuerzas y se la arranque al tiempo que los soldados de mi bando reventaban las puertas de la sala del trono, allí estaba el cuerpo del rey, con mas órganos tirados a su alrededor que dentro de él, y delante del rey, una vorágine de sangre y rabia que era yo, sujetando su cabeza con una mano, completamente empapado de sangre, mi pelo pegado a mi cara, trozos de carne del rey pegados a mis manos, una bestia desatada.

Los soldados más adelantados iban gritando, saltando, todo había acabado, pero yo, en ese momento, no era yo, no aguantaba las ansias, la vibración de mis músculos no se había parado, al contrario, era casi incontrolable, cuando el primer soldado ya casi llegaba a mí, solté la cabeza del rey, rodé por el suelo recogiendo mi espada y se la clave en el estomago, seguí avanzando, cortando a todos los que venían detrás, los más atrasados pararon en seco su carrera y comenzaron a huir

- ¡Esta loco!

- ¡Esta fuera de si!

- ¡Huid!

Cerraron las puertas del trono a su paso y me dejaron encerrado allí con los otros soldados heridos de mi bando, me desquite con ellos, de uno en uno, lenta y sádicamente, lo que acababa de hacerle al rey parecía una mala broma con lo que hice con aquellos hombres, desde el primer piso, agachada y asustada una pequeña niña veía todo, sin que yo me diera cuenta de ella.

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