27 de enero de 2013

Naurco (1/2)


La serpiente había posado más de la mitad de su cuerpo sobre la cubierta del barco  y trataba de arrancar el mástil, los hombres en cubierta intentaban inútilmente atacar su cuerpo pero sus escamas azules eran demasiado duras para sus armas, a varios metros sobre ellos, en los mástiles, dos hombres más, habían trepado llevando consigo la red que usaban para pescar, coordinados, situados sobre la cabeza de la serpiente mientras esta seguía intentando derribar el mástil donde ellos mismos intentaban mantener el equilibrio, saltaron sobre ella, sin miedo, sin esperanza, casi de forma mecánica, sin pensar, no era la primera vez que hacían eso, cayeron, uno a cada lado de la bestia, la red cubría la cabeza de la serpiente, unos hombres se apresuraron a agarrar la red y tirar hacia la humedad madera de la cubierta, la cabeza de la serpiente siguió el mismo camino, en un instante los hombres estaban hundiendo sus armas en los ojos de la bestia, la sangre les salpicaba a todos vistiéndolos con ropajes húmedos a la par que cálidos, los rugidos de dolor de la serpiente se podían oír a kilómetros a pesar de los truenos y el oleaje en plena tormenta, dejó de luchar y cayó con un sonido seco contra la cubierta, unos a otros los hombres se miraron aliviados, más bien se contaban esperando que no faltara ninguno de ellos, habían perdido 5 hombres esa semana en otros ataques, el cuerpo sin vida de la serpiente termino escurriéndose hasta caer a la borda, tiñendo el mar bajo la quilla del barco de un tono rojizo, pero oscuro, casi ponzoñoso.

Por lo general sabían anticiparse a los ataques de las serpientes marinas, un mar en calma demasiado artificial, bancos de peces nadando todos en la misma dirección, las señales eran simples, pero la tormenta las había camuflado esta vez, aunque no siempre había sido así  hubo una época en la que no se preocupaban por las serpientes.

La isla de Naurco, esplendorosa, se alzaba casi de forma insultante en un mundo de mares, los habitantes de Naurco eran los mejores en su trabajo y su trabajo era el mar, durante cientos de años mejoraron las técnicas de pesca para cualquier tipo de criatura, cazaban tortugas gigantes espinadas usando buques especialmente creados para esas criaturas, atraían a las tortugas a la superficie, dos buques se ponían a cada lado y gracias a una quilla con forma de gancho agarraban las aletas de estas bestias para arrastrarlas a la costa donde no tenían suficiente profundidad para escapar y eran fáciles de matar.

A veces, de camino a los mares del sur para pescar a los agrios peces que allí habitaban, algunos delfines se acercaban al barco, los hombres saltaban por la proa del barco portando arpones y con una soga atada a la cintura, no fallaban, en la popa del barco les esperaban unas camillas que no eran más que dos troncos unidos por sogas atrapaban al hombre y a su presa a la vez para ser remontados por otros hombres hasta la cubierta del barco.

La superioridad de los Naurcos en el mar era insultante y así era como se sentían los Dioses al contemplarlos, por lo que enviaron al mar contra ellos.

Era una tarde tranquila cuando el mar se abalanzó contra la isla de Naurco, la luz desapareció detrás de aquella ola que tapaba el cielo y cayó contra la isla como el martillo de un herrero cuando le da forma al metal, produciendo el mismo efecto, atravesó la isla de una punta a otra y siguió sin detenerse un par de kilómetros más, arrastró con ella a casas, familias, animales, bosques, cualquier cosa que se cruzara a su paso y no hubo nada que no se cruzara a su paso.

Los barcos que estaban en alta mar no encontraron nada a su regreso, aparte de destrucción y algunos supervivientes que se habían refugiado en las montañas, pero eso no destrozo la moral ni el ego de los Naurcos, al contrario, los Naurcos se crecían ante la adversidad, volvieron a levantar su ciudad y no contentos con eso, a diez kilómetros de la costa, levantaron un muro rodeando su isla, con altura suficiente para amainar otras olas enviadas por los mismísimos Dioses y adornaron esa barrera artificial hacia el lado que daba a mar abierto,  con caparazones de tortugas, mandíbulas de tiburones, esqueletos de ballenas, todas y cada una de sus capturas quedaron representadas en ese muro, como pretendiendo meter miedo al mismísimo mar, colgaban sus trofeos.

Durante meses los Naurcos siguieron con su vida como antaño, la única diferencia era que siempre tenían que cruzar por las dos grandes puertas del muro para salir a mar abierto, confiados pensaban que los Dioses se habían dado por vencidos, pero la arrogancia de los Naurcos edificada en medio del mar, no había hecho más que encolerizar a los Dioses, entonces fue cuando las enviaron a ellas.

20 de enero de 2013

Fuzon at Golgonooza


Cuando aun el mundo no era mundo y la oscuridad campaba a sus anchas,dos dioses hermanos compartian entre ellos la tierra, Fuzon y Golgonooza. Fuzon usaba la tierra como su patio de recreo, las criaturas de la noche eran los dueños y señores de este mundo de tinieblas, dejando un rastro de muerte y sangre alla por donde pasaban, arrasando aldeas sin mostrar piedad, comandados por Fuzon, asi perduraron durante siglos, destrozando cualquier forma de vida que encontraban a su paso.

A Golgonooza aquello le daba igual, las idas y venidas de su hermano no eran importantes, el se divertida fijando su mirada en una pequeña aldea, alejada de todo la muerta causada por Fuzon, la aldea de Grazz, la cual perduraba sin saberlo gracias a la mano de Golgonooza.

Ajenos a esa maldad, los habitantes de la aldea de Grazz llevaban una vida tranquila, prosperando día a día con el trabajo de todos ellos, no conocían a los Dioses, ni si quiera sabían que cuando una cosecha crecía sin explicación o cuando las vacas daban mas leche de lo esperado era gracias a Golgonooza.

El pacto entre los dos Dioses hermanos era sencillo, Fuzon respetaba Grazz y a cambio Golgonooza no se inmiscuía en los asuntos de Fuzon.

Y así fue, mientras el hambre de destrucción y dominación de Fuzon crecía, Golgonooza convertía a Grazz en ciudad, condado, país, pero la destrucción de Fuzon era rápida, en unas décadas no quedaba más que conquistar, no quedaban mas ciudades que tomar, ninguna aparte de Grazz, las criaturas de Fuzon se mataban unas a otras y Fuzon apenas podía contener las ganas de arrasar Grazz, a pesar de que sabía que Golgonooza era más fuerte que él, cegado por sus ansias de poder y por su mayoría numérica en tropas, se persono delante de Grazz e hizo a avanzar a sus criaturas.

Comenzó el caos, la gente de Grazz aprendió por las malas que los Dioses existían y que no siempre eran buenos, asesinatos, violaciones, incendios, hasta que un grito apago a los demás, una chica, una pequeña joven de Grazz al ver como devoraban a su madre delante de ella, grito, y lo hizo con tanta fuerza que la oyeron hasta en el cielo, inmediatamente una columna de luz cayó sobre Grazz, propagándose por cada rincón, por cada recoveco, entrando por las bocas de las criaturas de Fuzon y llenando todo su cuerpo, haciéndolas arder, a esto lo siguió un estruendo, en el centro de la columna de luz, vieron una forma humana, de rodillas, incorporándose poco a poco, mientras extendía unas alas de fuego y se su mano brotaban unas llamas que tomaban la forma de una espada, en ese momento todo Grazziano lo supo, como si de una enfermedad se tratase, todos supieron que ese ser les habia ayudado no solo ahora, si no durante siglos y la luz que los cubría se pego a su cuerpo tornándose llamas, pero unas llamas que nos los quemaban, unas llamas que los protegían y hacían a las criaturas huir, perdieron el miedo.

Ahora eran las criaturas las que huian, Fuzon estaba paralizado, quiso huir, pero antes de mover si quiera un solo musculo de su pie, Golgonooza volaba hacia él, extendiendo llamas a cada aleteo de sus alas, mientras gritaba

        - ¡¡¡¡ FUZOOOOOOOON !!!!

La batalla no duró mucho mas, Fuzon huyo y renegó del cielo, escondido en las entrañas de la tierra creando un paraíso para sus criaturas y Golgonooza se encargo de Grazz, convirtiéndola en el reino inmortal de sus fieles, con mas determinación que nunca, ya que ahora tenían un enemigo en común, un enemigo que volvería tarde o temprano, un enemigo al que se enfrentaran durante siglos, una lucha hoy en día olvidada, reducida a una competición por conseguir más devotos, pero aun vigente.

13 de enero de 2013

Die Laaste (2/-)


Otro día y hoy si toca esa rutina, el despertador sonó a las 6, pero su cabeza no le dejo levantarse hasta pasadas las 8, no era la resaca, era más bien el cansancio, dejo el televisor puesto de fondo mientras se metía en la ducha, con el agua apenas podía oír las noticias de la mañana contando que habían encontrado otro cadáver de un hombre de mediana edad tirado en medio de la carretera, para cuando salió a desayunar ya estaban con otro tema, cereales con leche, llevaba años tomándolos y no iba a dejar de hacerlo por nada, casi eran como una droga para Tirant, cogió el sobre con las fotos que tenia sobre la mesa y se largó del piso, el piloto del contestador seguía parpadeando.

Una hora y un atasco después estaba en el despacho de William Quila Rein, William siempre habia tenido una fuerte necesidad de saber más, desde pequeño, si algún niño se caía en algún agujero era él, si algún perro mordía a algún niño era a William, en definitiva, su curiosidad siempre lo habia metido en más de un lio y le habia dado muchas alegrías, ahora era un viejo de 60 años director de uno de los cinco periódicos que se editaba en la ciudad, conocía a Tirant desde hace años, fue el primero en darle una oportunidad y comprar sus fotos cuando no era más que un novato,  en cierto modo y sin saberlo, invirtió en futuro, ahora Tirant era bastante conocido, prácticamente vendía todo lo que fotografiaba, vaya, como esos músicos que llegan a cierto punto en el que sacan discos que no valen nada, pero siguen vendiéndolos solo por su nombre, solo que Tirant no decaía.

Un puro y un vaso de whisky, era la marca de William.

    - Por favor, sírvete algo del mueble bar, hace años que no te veo, dejemos los negocios para después

    -¿Cómo estas amigo?

Si Tirant respetaba a alguien ese era a William, dejo el sobre en la mesa y se dirigio al mueble bar, mientras miraba las botellas dijo

    - Cansado, Will, realmente cansado, creo que lo voy a dejar algún tiempo

Aunque por dentro, el hecho de que Tirant se tomase un descanso era lo último que Will quería que ocurriese, apreciaba al muchacho, Tirant se sentó a la mesa sin servirse nada.

    - Si hay alguien que se merece un descanso, ese eres tú, pero eso quiere decir que lo que me has traído  es el último trabajo de Tirant en un tiempo, ¿Qué es?

Por mucho que William quisiera hablar con él, su curiosidad le podía, Tirant sabia eso de sobra, no era una descortesía, simplemente William no podía luchar contra su curiosidad, Tirant le acerco el sobre empujándolo con un dedo mientras decía

    -Nada del otro mundo, trata de blancas, trafico de órganos, armas y drogas y todas del mismo tío, que curiosamente es el presidente de aquel país de mala muerte, publícalo y pondrás su culo donde debe estar.

Y así eran los trabajos de Tirant, lo soltaba tranquilamente, como si no fuera nada y realmente para él no era nada, habia visto tantas cosas, habia fotografiado todas y cada una de ellas, que haría falta algo demasiado grande y repulsivo para conseguir revolverle el estomago, tantos años lo habían insensibilizado, esa era una de las razones de querer un descanso.

William ojeaba las fotos, su curiosidad estaba saciada, pero solo eso, tenía en el rostro una pequeña expresion de decepción.

    - No está mal, saldrá en portada mañana

    - ¿No está mal? Es la primera vez en años que solo dices “no está mal” así que, algo sí que está mal

    - Pensé que sería algo de los asesinatos

    - ¿Qué asesinatos?

William le lanzó el periódico de ese día, en portada a toda página una fotografía de una silueta de tiza marcada en plena carretera sobre el titular de “La ola de terror no se detiene”.

    - ¿Qué es esto William?

    - Llevas tiempo fuera, entiendo que no sepas nada, hace tres meses apareció un cadáver colgado de una farola, al principio se creía que era un suicida bastante original, pero no se habia suicidado, era un asesinato, tenía una herida profunda en la nunca, se pensó, ya sabes, lo típico, un ajuste de cuentas, pero no tardo ni una semana en aparecer otro hombre con la misma herida abandonado en la playa, después vino otro más en el centro comercial y esta mañana el ultimo en mitad de una carretera, no se sabe nada del asesino, a pesar de abandonar los cuerpos en lugares públicos, ni una foto, ni un video, nada, te engañaría si no te dijera que una parte de mi esperaba que me trajeras fotos de ese tío, pero en fin, si no me las traes tu, no creo que haya otro periódico que las tenga, en cierto modo me tranquiliza, todo lo tranquilo que se puede estar con un asesino por ahí suelto.

    - Llevo medio año fuera de esta ciudad, apenas me acordaba de tu cara de viejo

Eso le golpeó a William mientras bebía, termino escupiendo el whisky de golpe, milagro fue que no prendiera fuego a algo con su puro que salió despedido, seguido de una carcajada profunda, si hay algo de lo que no pudieran acusar a William era de parecer viejo, no podía hacer otra cosa más que reírse.

    - Anoche estuve con Jack, voy a comer con él, ¿Por qué no te vienes con nosotros? Tenemos cosas que recordar y de las que reírnos

William pulso el botón del interfono y dijo

    - Señorita Caprice, prepare un cheque al portador, la cantidad de siempre, espere, dóblela, désela al hombre que saldrá de mi despacho

Soltó el botón y apoyándose en su asiento dijo

    - Ya que te retiras, quiero asegurarme de que estés bien, te lo has ganado con creces, así que sal de mi despacho, coge ese cheque y cuenta conmigo para almorzar

Y así fue, salió por la puerta del despacho de William y una chica, joven, pelirroja le esperaba con el cheque en la mano, lo cogió, si, asqueado, también, en cierto modo, cada vez que le pagaban sentía que dejaba de si algo de él, que algo se quedaba en el sobre con las fotos, pero necesitaba el dinero, la sensación se le olvidaba en cuanto lo cobraba, de camino al ascensor echo mano al bolsillo para llamar a Jack, saltó su contestador.

Y durante toda la mañana, solo conseguía hablar con su contestador.

6 de enero de 2013

Rien (2/-)


El autobús seguía su ruta como todos los días  recogiendo en el mismo punto a las mismas personas en una rutina monótona pero necesaria, Charles llevaba años conduciendo la linea KS, era una linea importante, pasaba por la mayoría de los reclamos turísticos de la ciudad, museos, estaciones, así como el ayuntamiento.
Cinco paradas antes del ayuntamiento entro en el bus una mujer con un ceñido traje azul acompañado de un maletín negro y una sonrisa marcando su cara, se sentó cerca del conductor y puso el maletín sobre sus piernas.

El autobús siguió su curso, como todos los días  personas entrando y bajando, llamadas de teléfono, algunos oyendo música, leyendo, pensando en su día a día, cada uno con sus historias, la mujer del traje azul seguía agarrando su maletín sin perder ni un segundo la sonrisa de su cara.

El ayuntamiento no era más que un antiguo edificio de dos plantas de viviendas, convertido en oficinas, con un patio central, a la entrada había un detector de metal custodiado por dos guardias, Linn y Rachel. Linn era un hombre alto y delgado, casi parecía que un día se partiría por la mitad al intentar recoger algo del suelo, no le gustaba especialmente su trabajo, si no necesitase el dinero y tuviera valor intentaría buscar otra cosa, al contrario de Rachel, una mujer bajita y un poco entrada en carnes, se encargaba de examinar los bultos que pasaban por el escáner de rayos x, le encantaba su trabajo, quizás movida por la curiosidad que desde siempre había tenido, la misma que de pequeña le hizo caerse escalera abajo en el sótano de la casa de sus padres o la que le hizo descubrir a sus padres en pleno acto sexual cuando apenas tenía 6 años. Esa mañana estaba siendo tranquila, apenas llevaban unas horas, realmente cada uno era el soporte del otro, no tenían el suficiente valor para confesárselo pero la razón mas fundamental para ir al trabajo era ver al otro y así seguirían durante años, sin saberlo.

El autobús estaba llegando en ese momento a la parada del ayuntamiento, la puerta trasera se abría y surgió la mujer del traje azul, con el maletín como no, caminando directamente hacia la puerta doble de entrada del ayuntamiento.

Linn salió a recibirla

    - Buenos días señorita ¿en qué puedo ayudarla?

    - Buenos días, tengo una reunión con el señor alcalde, dentro de unos minutos

    - Está bien, espere un momento

Linn se giro hacia Rachel y esta ya estaba extendiendo su brazo con la pequeña libretita que Linn se había girado para buscar, solo una sonrisa de Linn basto para que Rachel se diera por agradecida. Linn abrió la pequeña libretita, miro su reloj y empezó a buscar en la libretita.

    - El alcalde tiene una reunión dentro de unos minutos con … -la mujer del traje azul no dejo que Linn     terminara la frase cuando dijo-

    - Rien

    - Efectivamente, por favor, deje el maletín en la cinta y sus objetos de metal en la bandeja

La señorita Rien se acerco a la bandeja y puso su maletín al lado, lo abrió, Rachel al verlo, tan dispuesta como siempre.

    - Señorita no es necesario que nos enseñe que hay dentro simplemente déjelo en la cinta

Cinta fue la última palabra que Rachel pronunció en su vida, la mujer del traje azul había sacado un arma con silenciador de su maletín  ni si quiera Linn pudo reaccionar a tiempo cuando el arma ya le estaba apuntando a la frente con la sonrisa de la señorita Rien de fondo. Un par de minutos después, como bien había dicho Linn, la señorita del traje azul estaba reunida con el alcalde, solo que este estaba de rodillas sollozando y pidiendo que no le matara y ella seguía con su arma apuntándole a la cara.

    - Señor alcalde, esto no es un secuestro, no se preocupe, pero me haría un gran favor si llama a toda la prensa que pueda.