31 de marzo de 2013

Compasión por la bestia (1/4)



Me llamo Ludwig y soy un asesino.

Nunca conocí a mis padres, la que fuera mi madre tuvo a bien dejarme en la puerta de la casa de herrero, Pharia, así se llamaba, era un hombre enorme, curtido por años y años de trabajo en la forja, todo su aspecto rudo se contraponía a la dulzura con que trataba las armas que forjaba, nadie podía pensar que un hombre asi sacaría tiempo para criar a un niño, pero lo hizo, y ahí me crié yo, entre metal incandescente y sonoros martillazos metálicos, desde pequeño ayudaba en la forja, cargando cestos llenos de trozos alargados de metal que más tarde Pharia se encargaba de convertir en espadas, calentando metales, llevándole herramientas, era algo rutinario, no encontraba demasiada diversión en aquello, pero tampoco me quejaba, sabia de sobra que sin Pharia estaría trabajando como esclavo o muerto, el me daba una cama, comida caliente y me enseñaba un oficio, también es cierto que el conseguía un aprendiz, pero a mí me parecía un pago justo, aunque lo que realmente me divertía era blandir las armas que Pharia creaba, a los cuatro años me regalo una espada de madera, pasaba las tardes atacando a un tocón que Pharia tenía en el patio de la herrería, esa era mi vida, ayudar a Pharia y jugar a luchar contra un trozo de madera muerta, no me interesaban los demás niños de mi edad, no me interesaba para nada, cuando Pharia me mandaba a comprar pieles, cuerdas o joyas para la ornamentación de las armas, los demás niños me miraban sorprendidos, como si fuera la primera vez que me veían, y posiblemente fuera así  como dije, pasaba el día en la herrería, cuando mis brazos consiguieron tener algo más de fuerza, Pharia me dejaba trozos de metal, desperdicios, ya sabéis, los recortes que luego se funden para volver a usarlos, con la idea de que improvisara y me entretuviera con ellos, no tarde mucho en empezar a forjar pequeñas dagas y navajas, y había un tocón de madera que iba a empezar a sufrir de verdad, aun así  a pesar de mis largos ratos amedrentando al tocón, seguía sintiéndome vacío  empezó a aburrirme, no me emocionaba ni lo mas mínimo enfrentarme a un enemigo tan estático, pero aun era demasiado joven para algo serio.

Así que empecé a usar la imaginación, me veía a mi mismo en el patio, con el tocón justo delante de mí, a un par de metros, transfigurado en un guerrero de armadura roja y pelo largo negro, protegido por otros seis hombres, vestidos de negro con prendas ligeras, tomaba una bocanada de aire, cerraba los ojos y me lanzaba a por ellos, el que estaba más a mi derecha se abalanzaba sobre mí, me apoyaba sobre su pierna a tiempo de clavarle una daga en el cuello y tomando impulso para saltar contra el que estaba a mi izquierda y hundirle mis dos dagas en su pecho, cuando la espalda inerte de mi enemigo golpeaba el suelo conmigo encima, salía disparado a por el que se encontraba delante de mí, por el camino lanzaba mis dos dagas al que se acercaba por mi derecha, directas a los ojos, tiros limpios, al fin y al cabo era mi imaginación, aunque reprodujese todos y cada uno de los movimientos en la realidad, un día estuve a punto de matar a Pharia, como decía, lanzaba las dagas, mientras corría a por el otro, me deslizaba pasando por debajo de sus piernas y súbitamente me incorporaba a su espalda, mientras desenvainaba mi espada la pasaba por delante de su cuello e imaginaba como brotaría su sangre manchando la hoja de mi filo, sin tiempo apenas, me giraba y esquivaba un espadazo de otro de los hombres, bloqueo, bloqueo, me defendía, buscando huecos en su defensa, podía ver el combate a una velocidad más lenta de lo normal, mi espada era una con mi brazo y cuando por fin veía un hueco en su defensa, mi espada atravesaba el aire buscando a su rival y hundiéndose en su carne,  el hombre de la armadura roja hacia una mueca burlona, ya solo quedaban él y otro más, cuando este último ya estaba casi sobre mí, alzando su arma, el hombre de la armadura roja lo atravesaba con su espada, se aburría y no quería esperar más, se deshacía del cuerpo de su guardaespaldas, agachaba su torso, ponía su espada a su espalda pegada al suelo y corría hacia mí, mientras el acero de su arma arrancaba lagrimas de fuego de la piedra, en menos de un segundo lo tenía sobre mí, un ataque vertical ascendente, me movía a un lado y buscaba un hueco en su costado, rápidamente el sacaba una espada mucho más pequeña que usaba como defensa y bloqueaba mi ataque, entonces, comenzaba la lluvia de golpes, sus dos espadas chocaban continuamente contra la mía, en un concierto de instrumentos de percusión, una y otra vez, haciéndome retroceder a cada golpe, hasta toparme con una pared, atrapado, a merced de sus golpes, cuando de repente, una ola de fría agua me salvaba del guerrero de la armadura roja, Pharia se reía mientras decía, 

   - Mírate, vencido por un cubo de agua fría

Tenía ya 10 años la mañana en que casi matan a Pharia, era invierno, todo el patio estaba cubierto por un manto blanco, y ahí estaba yo, cortando a laminas la nieve mientras luchaba contra ejércitos inacabables de enemigos imaginarios, Pharia había decidido dejarme ese día tranquilo, todo lo tranquilo que podía encontrarme en mi mundo, oí como alguien entraba a la forja y se ponía a hablar con Pharia, seguramente para hacerle un encargo pensé, seguían hablando mientras seguían cayendo uno tras otros los cuerpos de mis enemigos dentro de mi cabeza, hasta que uno de los cuerpos hizo un sonido demasiado real al golpear contra el suelo,  había sonado en la forja, corrí hacia allí y vi que me había equivocado en todo, no era un solo hombre, eran dos, Pharia estaba en el suelo mientras uno de los hombres tenía su espada apuntando directamente a la cara de Pharia, en otros tiempos, Pharia los había destrozado nada más entrar, pero los años habían hecho mella en el hombre, volviéndolo más confiado y más débil.

   - ¡Vete de aquí! ¡Corre Ludwig! –Gritaba Pharia desde el suelo- 

 Lo que hice en ese momento, no fue por compasión hacia Pharia, aunque le debiera mucho a ese hombre, agarre fuerte mis dagas, inhale todo lo que pude y corrí hacia el hombre que estaba sosteniendo la espada sobre Pharia, me apoye sobre un taburete que usaba Pharia para sentarse y salte sobre el hombre, como en mi imaginación, mis dos dagas se clavaron en su pecho, mientras los dos caíamos su sangre brotaba y chocaba contra mi cara, estaba fuera de mi, mis dientes se apretaban tanto que dolían, cuando estaba en el suelo mire al otro hombre, la sangre cubría mi cara y se mezclaba con la saliva de mi boca, entre tanto rojo tan solo destacaban mis dos ojos azules como el mar, saqué una daga del pecho del cadáver que yacía debajo de mi y la lance al cuello del otro hombre, no fallé, corrí hacia él, derribándole, y ya en el suelo no pare de asestártele puñaladas en el pecho, una tras otra, estaba en un éxtasis, completamente descolocado, Pharia seguía en el suelo mirando la escena, balbuceando, mientras yo me dejaba llevar, cada puñalada era un nuevo mundo para mí, la sangre salpicaba de una forma distinta y dudaba en seguir para ver nuevos patrones rojos surcando el aire, hasta que Pharia me agarró y me lanzó contra la pared, ese día, cubierto totalmente de sangre, mientras respiraba muy pesadamente, Pharia por fin, me vio sonreír por primera vez en mi vida.

24 de marzo de 2013

Nuntius (1/X)


El bar estaba tan lleno de bullicio como de gente, ser el único bar de un pueblo modesto y aburrido augura una clientela fiel, por lo general los que estaban sentados al lado de las ventanas comían, mientras que los ya de por si afincados a la barra, bebían y en cada rincón del local cada uno de sus clientes tenía su propia historia, sus propios problemas, en definitiva, cada rincón, tenía una vida propia, y como cada noche, esas vidas se reunían allí.

  - ¿Qué tal por la granja Roy? Dijo mientras apoyada su cerveza en la barra y se ajustaba bien su gorra verde

Roy miro a su alrededor para asegurar de que nadie les prestaba atención, dio un largo trago y suspiro, se inclino un poco hacia Mark buscando la intimidad que te puede dar el único bar del pueblo

  - Esta mañana cuando fui a echarle un ojo al ganado, faltaba otra, Mark, ya van tres y ni una puta huella, nada de nada, solo una menos.

  - Pero ¿has hablado con Tony?

  - ¿Tony? No, nunca, y no pienso hablar con Tony, quien quiera que sea él que me este robando el ganado voy a pillarlo yo mismo, sabes, las tres veces han sido a mitad de semana así que la semana que viene estaré esperándolo.

  - ¿Cómo puede llevarse una vaca, alguien solo? ¿Cómo puedes pensar que es solo una persona?, avísame, montare guardia contigo, hace tiempo que no uso mi escopeta y ya la estoy echando de menos.

  - No sé si quiero que vengas –apuro su cerveza- pero si es cierto que el asunto me tiene escamado

  - Te roban vacas, es algo normal, a todos nos han robado algo en este pueblo, ya sabes, es un lugar de paso, la gente viene y a aprovechan, saben que no van a volver a pisarlo ¿Qué tiene de extraño?

Roy hizo puso un par de dólares sobre la barra, se levanto de su taburete y se acerco todo lo que pudo a Mark mientras este hurgaba los bolsillos de su pantalón buscando algo con lo que pagar su cerveza.

  - Plumas, Mark, plumas, esta mañana encontré un par de plumas, eran enormes, demasiado grandes para ser de un águila, tal vez por eso no he querido avisar a Tony ¿Y si solo es un pájaro con hambre?

  - Insinúas que un pájaro baja de las putas montañas volando hasta tu pequeña granja, coge el solo a una puñetera vaca y se la lleva, sin más, dime Roy ¿Cuántas cervezas llevas?

   - Joder, ¿ves? Por eso no quería contártelo, sé que es estúpido, porque por el tamaño de las plumas debería de ser un ave casi del tamaño de las vacas, lo único de lo que estoy seguro es que me falta otra vaca y que cada vez que pierdo una de esas vacas, encuentro un par de plumas gigantes, y que yo sepa las vacas no pierden plumas.

Roy se largo bastante enfadado del bar, fue directo a su camioneta y Mark le seguía de cerca

  - Ey venga, tranquilo Roy – lo detuvo -, solo bromeaba, mira la semana que viene, estaremos allí, no se Roy, ¿Sigues teniendo tu rifle? Llevare mi escopeta y esperaremos en tu tejado y pillaremos a ese cabrón, seguramente las plumas la tire el mismo para que te pienses cosas así, un ave robando vacas es algo imposible, quiere que te vuelvas loco, solo es eso, seguro Roy.

  - Si, seguro, tiene que ser eso, no se conforma con robarme,  que ganas tengo de coger a ese mamón, en fin Mark, es tarde, iré a casa no me gusta dejar a Rose sola, está un poco asustada con este tema.

  - Comprendo y tranquilo, la semana que viene se acabara, pillaremos a ese tío y le haremos pagar cada una de las vacas que te ha robado, aunque sea con sangre.

  - Mark se alejo y volvió al bar, se había ido sin pagar, Roy se metió por fin en su camioneta y fue directo     granja con la cabeza un poco más tranquila por la conversación con Mark.

 La noche comenzaba a caer sobre el pueblo de Heraldo, la gente gastaba las últimas horas del día en el bar o en casa con la familia, Heraldo no destacaba de ninguna manera, situado en la falda de una montaña, sobrevivía sobre todo por las granjas, apenas había unos pocos edificios grandes, una escuela para los cada vez menos niños, una comisaria casi con la exclusiva tarea de poner paz en peleas de borrachos y algún robo fortuito, nada destacable.

17 de marzo de 2013

Aeternitas (2/2)


Se dirigió a su mueble bar y saco una botella de vino, quedaba un poco menos de la mitad, pero ya estaba todo lo borracha que hacía falta, con la botella en una mano y su móvil en el otro, abrió como pudo el cierre del balcón y salió a sentir el aire frio en su cara.

Está bien, pensó, un cigarrillo mas, un último trago de humo envenenado y competiría con la colilla por ver quien llega antes al suelo, echo mano al paquete y como si estuviese escrito, ya solo quedaba un cigarrillo, no tardo más de dos segundos en tenerlo encendido entre sus labios, aspiro fuerte, cerró los ojos y lo dejo caer.

El hombre se había desplomado al terminar su tercera botella, un par de chicas gritaron al verlo, el barman estaba esperando a la ambulancia mientras intentaba despertarlo, para sí mismo pensaba que se hombre no vería otro día mas, sabía que tenía que quitar un par de botellas de su mesa, si no, sería responsable.

No había sido muy buena semana, y ahora para colmo estaba persiguiendo a un niñato que vete a saber porque tenía la cara cubierta de sangre, el chaval era rápido, pero él era más inteligente, dejo que atravesara un callejón lleno de contenedores, mientras el chaval se dedicara a esquivarlos a él le daba tiempo a recorrer la manzana y alcanzarlo en el otro extremo, y así fue, cuando el chico salía del callejón, él estaba allí, justo a tiempo para lanzarlo contra la acera y arrestarlo.

Miró sus fotos por última vez en el móvil, sus ojos volvieron a empañarse y el rímel volvía a invadir sus mejillas, apretó con todas sus fuerzas el teléfono y lo lanzó lo más fuerte que pudo, su rabia se alejaba a la misma velocidad que el teléfono caía, cayó de rodillas y siguió llorando, a la mañana siguiente despertó en su balcón, le dolía todo, pero se sentía limpia, se sentía nueva, sentía que podía empezar de nuevo.

El hilo musical del ascensor no era de gran ayuda, apagaba y encendía una y otra vez su mechero, casi como un tic nervioso, casi como un sustitutivo, por fin se abrió la puerta del ascensor y pudo salir de ese infierno musical,  atravesó rápido el recibidor y enseguida se vio envuelto otra vez por el frio de la noche, miro al suelo y allí estaba, recogió su cigarrillo, aún estaba encendido, y se marchó a su casa mientras fumaba.

En la ambulancia no pudieron hacer nada por el hombre, ingresó cadáver, era tarde y el forense no entraba a trabajar hasta dentro de un par de horas, así que lo dejaron preparado dentro de uno de los nichos frigoríficos de la morgue, su ropa y su pertenencias personales fueron catalogadas y embolsadas, aparte de su reloj y su cartera repleta de dinero, no llevaba encima más que una pequeña bolsita llena de semillas.

El cigarrillo se acababa, pero su vida no, sabía que aun tenía algo que dar y no podía simplemente dejarse vencer, seguía concentrado en encender y apagar su mechero, cuando una voz lo saco de su trance.

 - ¿Le queda algún cigarrillo?

Casi sin pensarlo, se quito el cigarrillo de la boca y le ofreció el que estaba fumando, ya no lo necesitaría, el hombre lo cogió agradecido y siguió su curso.
Sin embargo, él se paró en seco y se giró y miro marchar al hombre con su cigarro a medio fumar, empezó a comprender que un hombre totalmente desnudo acababa de pedirle un cigarrillo.

Por la mañana, el forense recibió el aviso de que un cadáver le estaba esperando, pero cuando llegó a la sala de autopsias, el nicho estaba vacío, tampoco lo encontró en la mesa de autopsias, llamo a los celadores para preguntar que habia pasado con el cuerpo, ninguno sabia responder con seguridad, sabían que por la noche lo habían traído a un hombre, pero nadie había vuelto a entrar en la morgue.

10 de marzo de 2013

Rosas


Hace tiempo me contaron una historia, sobre Krowyen, ubicada en el lecho de un rio era una ciudad llena de vida, sus calles empedradas eran transitadas diariamente por cientos de personas, tanto extranjeras como nacidos allí, las fachadas blancas de sus casas se mezclaban con las vigas marrones de madera, estampadas por numerosas ventanas,  una ciudad conocida como “La Ciudad De Las Mil Flores”, y era un nombre que bien se lo merecía ya que la variedad de flores en esa ciudad era inmensa, tulipanes emperadores de varios colores, campanillas tigres de un color anaranjado con pequeñas líneas negras que recorrían sus pétalos , pensamientos de los que brotaban pequeñas bayas de sus pétalos, orquídeas araña de un azabache con sus pétalos finos y alargados, flores del paraíso, exóticas magnolias, rosas de cientos de colores distintos, incluso rosas con pétalos de distinto color.

En Krowyen siempre existía la flor adecuada para cada ocasión, para cada evento sea cual fuera su índole, siempre había una flor, todos los días partían centenares de carros tirados por bueyes llenos de flores para vender a otras ciudades, el cultivo de flores era un negocio prospero en Krowyen del cual también se nutria la propia ciudad Krowyen, flores para bodas, para adornar las mesas de los banquetes, incluso flores para las pastelerías, para los famosos pasteles de flores de Krowyen, flores para las destilerías, para las cientos de variedades de licores de flores y como no, flores para las perfumerías de Krowyen, las mejores y más famosas de todo el continente, en la calle Preison se concentraban todas las perfumerías de la ciudad, la de la señora Fersh, especializada en las robustas y duraderas flores del trópico, la de los hermanos Grene inventores de la fragancia múltiple, la cual dependiendo de la hora del día, cambiaba su fragancia, aunque las malas lenguas solían achacárselo al propio sudor, pero sin dudas la más distinguida, era la perfumería que regentaba el señor Beaux, sus perfumes habían bañado el cuello de cortesanas y reinas, desde Krowyen hasta las ciudades más allá del océano, incluso algunas personalidades llegaban incluso a comprar la exclusividad de algunos de sus perfumes para ser los únicos en usarlos, su fama se extendía mas alla de las montañas del norte y de los mares del sur, cualquier nueva creación de Beaux ocupaba la primera pagina de los periódicos más importantes del continente, al igual que lo ocupo la noticia de su muerte.

Una tranquila mañana de verano el señor Beaux se dirigía a sus campos de cultivo de flores, donde la vista se perdía en un manto kilométrico de colores, a las afueras de Krowyen y como siempre andando, a pesar de estar lejos, el siempre prefería viajar andando, nunca sabia que nuevos olores podría encontrarse por el camino, y decía que no podía concentrarse con el traqueteo de los carruajes.

Cuando llego al rio Adiac, algo llamo la atención de su portentoso olfato, a mitad del puente, un aroma le inundo las fosas nasales, hundiéndose dentro de él, casi podía degustarlo, un olor extraño y llamativo lo hizo apoyarse contra el pasamanos de piedra del puente , el aroma lo envolvía, apuraba todo lo que podía de la roca que lo separaba de la caída, pero no fue suficiente, como si el aroma tirase de él, sobrepaso la defensa del pasamanos y cayó hasta lo más profundo del rio, una caída alta acompañado de una hora temprana en la que nadie estaba aun en la calle fueron una combinación desastrosa para el señor Beaux.

Nunca se encontró su cuerpo, las malas lenguas dicen que no fue un accidente, que la competencia le odiaba tanto, que no encontraron otra forma de aumentar sus ventas más que acabando de raíz con el señor Beaux.
Asi que  debido a tan trágico accidente el peso del negocio recayó en esposa, Marie Anne Beaux, una mujer robusta y tosca pero experta en la composición floral y en su hija Rose Anne Beaux, una chica bajita y enclenque, casi insignificante al lado de su madre, Marie Anne a pesar de su decisión a continuar el negocio familiar, carecía la experiencia necesaria para la destilación y creación de perfume y su hija para mayor desgracia, carecía de olfato en un mundo de olores y es en ella en quien se centra esta historia, la pequeña e insignificante chica que no podía oler en la ciudad de las mil flores.

3 de marzo de 2013

Decadencia

Apenas pasarían las nueve de la mañana, hacia como una hora que la maquina del café no paraba, los camareros corrían de una punta a otra de la barra, la cocinera apenas daba a basto con los pedidos, esa era una mañana, un hombre de mediana edad con el cabello corto y oscuro, fumaba mientras leía un periódico, una de las chicas que tomaban nota en las mesas se le acerco

- Disculpe señor, ¿le están atendiendo?

Una voz apareció detrás del periódico -estoy esperando a alguien

La chica se fue a buscar a otro cliente al que atender, un hombre de aspecto cansado, con mas años a su espalda de los que les gustaría tener, entro en la cafetería  se quitó el sombrero dejando ver una rubia y corta melena, rastreo con su mirada toda la cafetería hasta dar con su presa y comenzó a andar, apoyando delante de él su bastón negro, que siempre le acompañaba, con paso lento pero decidido se encaminó hacia la mesa del hombre del periódico y sin mediar palabra con el, se sentó.

De nuevo, sin ni siquiera bajar el periódico, la voz volvió a decir

- Llegas tarde

- Me gustaría ver como te desenvuelves tu a mi edad, con una pierna que no te hace caso y con un niñato engreído que te hace cruzar media ciudad para ir a una cafetería de mala muerte

La chica acababa de atender a otros clientes justo a tiempo para oír al viejo decir eso, pero como tampoco era la dueña del local, no le importaba lo mas mínimo, en cierto modo hasta compartía esa opinión.

- ¿Esperan a alguien mas o puedo tomarles nota?- dijo con cierta alegría fingida

- Un café solo- dijo el hombre que por fin había dejado a un lado el periódico y dejaba ver unas gafas enmarcando sus ojos- sin azúcar, por favor

- Estupendo, ¿ y usted señor? - le dedico una sonrisa al viejo que sin duda no era fingida

- ¿ Tenéis batidos?

- Si

- ¿Los hacéis vosotros con frutas naturales?

- Si tenemos la fruta, podemos hacerlo

- ¿Tienen cerezas?

- Si

- ¿ Y nata?

- Si, también

- ¿ Podrían hacerme un batido de cerezas, cubierto de nata, con una cereza sobre la nata y un poco de canela ?

- En principio si, no hay problema, ¿algo mas?

- Por favor, póngale una galleta, sentencio el viejo

La chica se marchó directa a encargar los pedidos, se pudo oir el grito de la cocinera al enterarse de que tendría que deshuesar las cerezas suficientes como para preparar un batido

- Child, sigues siendo un crío

Una punzada de nostalgia cruzo la mente de Child, -Nunca pretendí dejar de serlo, Ford

Ford apagó su cigarro y saco una pequeña libreta y un bolígrafo, a su vez la cocinera acababa de encontrar un bote de cerezas en almíbar deshuesadas, abrió la libreta por una pagina a medio escribir.

- ¿Te parece que empecemos directamente?

- Nunca me gustaron las formalidades

- Entonces ¿que pasó cuando llegasteis a la casa?

Child se apoyó en la mesa.

- Mis hombres y yo echamos la puerta abajo, y tan pronto como la puerta golpeo el suelo un olor nos golpeo en la cara tan fuerte, que dos de mis hombres ni si quieran se atrevieron a entrar, ¿sabes esas iglesias decoradas con huesos ?. El salón de aquella casa era el sueño húmedo de cara de cuero, muebles, paredes, cuadros, todo, absolutamente todo estaba hecho con huesos y por los cráneos que adornaban los resposabrazos de los sillones te puedo asegurar que no eran huesos de animales, pero si el salón parecía el escondite de algún perro travieso, el sótano era otro nivel, era el jefe final, no puedes si quiera rozar con imaginación lo que había allí abajo, me encargue de que condecoraran a los hombres que se atrevieron a bajar, realmente fue una medalla que me invente y que nunca llegaron a imponerselas, lógicamente  pero les pague unas cuantas cervezas, algo es algo supongo ...

- Child

Ford que seguía tomando nota, sabia que sin ninguna duda que si dejaba por un segundo que Child se desviara del tema, terminaría hablando durante de horas de películas, libros o vete a saber que se le ocurriría

- Si, si tranquilo, la cuestión  ¿adivinas con que había empapelado la pared de las escaleras? ¡ Caras !, parecía un muestrario de mascara para carnaval, aunque bueno, no eran expresiones muy alegres, supongo que no lo pasaron bien en sus últimos momentos, todas vacías  pero llenas de dolor a la vez, aun en día sueño a veces con ellas, si Preston y yo hubiéramos sido mas rápidos  si no hubiéramos sido tan estúpidos  en ese pasillo no habría encontrado tantas caras, estarían vivos y riendo, no habrían sido la diversión de un sádico.

Un sobrio café solo y un majestuoso batido de cereza con nata, canela y coronado con una cereza y una galleta cortaron el monologo de Child en seco, la chica volvió a regalarle una sonrisa a Child, - Que lo disfruten. Child se acerco el batido y antes de probarlo, cerro los ojos y aspiro su olor, algo no le cuadraba, acerco sus labios a la pajita y sorbió con fuerza, sin abrir los ojos lo degustó, lo apartó un poco y mirando a Ford dijo casi susurrando.

- No volveremos a quedar aquí, no son cerezas naturales

- Esta bien, no volveremos pero, ¿que paso con él?

Los ojos de Child se entornaron

- Ese día dejó de ser un problema, estaba allí mismo en el sótano, sentado, mirando a las escaleras, esperándonos  completamente tranquilo, ni cuando lo abatieron a tiros dejo por un segundo su expresión tranquila, mirándome directamente a los ojos

- ¿ Abatieron ? tengo entendido que solo había balas de un tipo de arma cuando se le practicó la autopsia

- Eso es cierto, solo disparé yo

- ¿Intento atacarte?

- No, no hizo nada, ni cuando entramos, ni cuando todos le apuntaban, ni si quiera pronuncio una palabra