Se dirigió a su mueble
bar y saco una botella de vino, quedaba un poco menos de la mitad, pero ya
estaba todo lo borracha que hacía falta, con la botella en una mano y su móvil en
el otro, abrió como pudo el cierre del balcón y salió a sentir el aire frio en
su cara.
Está bien, pensó, un cigarrillo mas, un último trago
de humo envenenado y competiría con la colilla por ver quien llega antes al
suelo, echo mano al paquete y como si estuviese escrito, ya solo quedaba un
cigarrillo, no tardo más de dos segundos en tenerlo encendido entre sus labios,
aspiro fuerte, cerró los ojos y lo dejo caer.
El hombre se había desplomado al terminar su tercera
botella, un par de chicas gritaron al verlo, el barman estaba esperando a la
ambulancia mientras intentaba despertarlo, para sí mismo pensaba que se hombre
no vería otro día mas, sabía que tenía que quitar un par de botellas de su
mesa, si no, sería responsable.
No había sido muy
buena semana, y ahora para colmo estaba persiguiendo a un niñato que vete a saber
porque tenía la cara cubierta de sangre, el chaval era rápido, pero él era más
inteligente, dejo que atravesara un callejón lleno de contenedores, mientras el
chaval se dedicara a esquivarlos a él le daba tiempo a recorrer la manzana y
alcanzarlo en el otro extremo, y así fue, cuando el chico salía del callejón,
él estaba allí, justo a tiempo para lanzarlo contra la acera y arrestarlo.
Miró sus fotos por última vez en el móvil, sus ojos volvieron a
empañarse y el rímel volvía a invadir sus mejillas, apretó con todas sus
fuerzas el teléfono y lo lanzó lo más fuerte que pudo, su rabia se alejaba a la
misma velocidad que el teléfono caía, cayó de rodillas y siguió llorando, a la
mañana siguiente despertó en su balcón, le dolía todo, pero se sentía limpia,
se sentía nueva, sentía que podía empezar de nuevo.
El hilo musical del ascensor no era de gran ayuda,
apagaba y encendía una y otra vez su mechero, casi como un tic nervioso, casi
como un sustitutivo, por fin se abrió la puerta del ascensor y pudo salir de
ese infierno musical, atravesó rápido el
recibidor y enseguida se vio envuelto otra vez por el frio de la noche, miro al
suelo y allí estaba, recogió su cigarrillo, aún estaba encendido, y se marchó a
su casa mientras fumaba.
En la ambulancia no pudieron hacer nada por el
hombre, ingresó cadáver, era tarde y el forense no entraba a trabajar hasta
dentro de un par de horas, así que lo dejaron preparado dentro de uno de los
nichos frigoríficos de la morgue, su ropa y su pertenencias personales fueron
catalogadas y embolsadas, aparte de su reloj y su cartera repleta de dinero, no
llevaba encima más que una pequeña bolsita llena de semillas.
El cigarrillo se acababa, pero su vida no, sabía que
aun tenía algo que dar y no podía simplemente dejarse vencer, seguía concentrado
en encender y apagar su mechero, cuando una voz lo saco de su trance.
- ¿Le queda algún cigarrillo?
Casi sin pensarlo, se quito el cigarrillo de la boca
y le ofreció el que estaba fumando, ya no lo necesitaría, el hombre lo cogió agradecido
y siguió su curso.
Sin embargo, él se paró en seco y se giró y miro
marchar al hombre con su cigarro a medio fumar, empezó a comprender que un hombre
totalmente desnudo acababa de pedirle un cigarrillo.
Por la mañana, el forense recibió el aviso de que un
cadáver le estaba esperando, pero cuando llegó a la sala de autopsias, el nicho
estaba vacío, tampoco lo encontró en la mesa de autopsias, llamo a los
celadores para preguntar que habia pasado con el cuerpo, ninguno sabia responder con seguridad, sabían que por la noche lo habían traído a un hombre,
pero nadie había vuelto a entrar en la morgue.
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