17 de marzo de 2013

Aeternitas (2/2)


Se dirigió a su mueble bar y saco una botella de vino, quedaba un poco menos de la mitad, pero ya estaba todo lo borracha que hacía falta, con la botella en una mano y su móvil en el otro, abrió como pudo el cierre del balcón y salió a sentir el aire frio en su cara.

Está bien, pensó, un cigarrillo mas, un último trago de humo envenenado y competiría con la colilla por ver quien llega antes al suelo, echo mano al paquete y como si estuviese escrito, ya solo quedaba un cigarrillo, no tardo más de dos segundos en tenerlo encendido entre sus labios, aspiro fuerte, cerró los ojos y lo dejo caer.

El hombre se había desplomado al terminar su tercera botella, un par de chicas gritaron al verlo, el barman estaba esperando a la ambulancia mientras intentaba despertarlo, para sí mismo pensaba que se hombre no vería otro día mas, sabía que tenía que quitar un par de botellas de su mesa, si no, sería responsable.

No había sido muy buena semana, y ahora para colmo estaba persiguiendo a un niñato que vete a saber porque tenía la cara cubierta de sangre, el chaval era rápido, pero él era más inteligente, dejo que atravesara un callejón lleno de contenedores, mientras el chaval se dedicara a esquivarlos a él le daba tiempo a recorrer la manzana y alcanzarlo en el otro extremo, y así fue, cuando el chico salía del callejón, él estaba allí, justo a tiempo para lanzarlo contra la acera y arrestarlo.

Miró sus fotos por última vez en el móvil, sus ojos volvieron a empañarse y el rímel volvía a invadir sus mejillas, apretó con todas sus fuerzas el teléfono y lo lanzó lo más fuerte que pudo, su rabia se alejaba a la misma velocidad que el teléfono caía, cayó de rodillas y siguió llorando, a la mañana siguiente despertó en su balcón, le dolía todo, pero se sentía limpia, se sentía nueva, sentía que podía empezar de nuevo.

El hilo musical del ascensor no era de gran ayuda, apagaba y encendía una y otra vez su mechero, casi como un tic nervioso, casi como un sustitutivo, por fin se abrió la puerta del ascensor y pudo salir de ese infierno musical,  atravesó rápido el recibidor y enseguida se vio envuelto otra vez por el frio de la noche, miro al suelo y allí estaba, recogió su cigarrillo, aún estaba encendido, y se marchó a su casa mientras fumaba.

En la ambulancia no pudieron hacer nada por el hombre, ingresó cadáver, era tarde y el forense no entraba a trabajar hasta dentro de un par de horas, así que lo dejaron preparado dentro de uno de los nichos frigoríficos de la morgue, su ropa y su pertenencias personales fueron catalogadas y embolsadas, aparte de su reloj y su cartera repleta de dinero, no llevaba encima más que una pequeña bolsita llena de semillas.

El cigarrillo se acababa, pero su vida no, sabía que aun tenía algo que dar y no podía simplemente dejarse vencer, seguía concentrado en encender y apagar su mechero, cuando una voz lo saco de su trance.

 - ¿Le queda algún cigarrillo?

Casi sin pensarlo, se quito el cigarrillo de la boca y le ofreció el que estaba fumando, ya no lo necesitaría, el hombre lo cogió agradecido y siguió su curso.
Sin embargo, él se paró en seco y se giró y miro marchar al hombre con su cigarro a medio fumar, empezó a comprender que un hombre totalmente desnudo acababa de pedirle un cigarrillo.

Por la mañana, el forense recibió el aviso de que un cadáver le estaba esperando, pero cuando llegó a la sala de autopsias, el nicho estaba vacío, tampoco lo encontró en la mesa de autopsias, llamo a los celadores para preguntar que habia pasado con el cuerpo, ninguno sabia responder con seguridad, sabían que por la noche lo habían traído a un hombre, pero nadie había vuelto a entrar en la morgue.

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