15 de diciembre de 2013

El extraño (1-/)


El hombre llevaba ya dos días tumbado en la cama, parecía casi milagroso, pero las heridas de su pecho ya estaban casi cerradas, ella se había afanado por curarlo y cambiarle los vendajes cada noche, sin duda le había salvado de una muerte dolorosa, no tenía ni idea de quién era ese hombre.
Ella vivía sola, cerca del linde del bosque, cerca de la ciudad, pero lo suficientemente alejada como para poder vivir tranquila sin las molestas que conlleva vivir dentro de una ciudad, no por eso dejaba de visitarla, cultivaba flores y solía visitar la ciudad para venderlas, sus flores eran bastante solicitadas por las perfumerías, pastelerías y floristerías de la ciudad, así que cada cierto tiempo, llenaba un pequeño carro que había heredado de su padre y lo ataba al caballo que también le había dejado su padre al morir, partía hacia la ciudad y vendía sus flores, aprovechaba para comprar comida o lo que necesitase y volvía rápido a su casa, no le gustaba demasiado la compañía, y mucho menos la masculina, así que no era de su agrado los piropos que solían caer sobre ella a su paso por la ciudad, a fin de cuentas, era una chica joven y atractiva, con un cabello claro que solía confundirse con el color de las hojas secas de otoño, así que así era su vida, tranquila y apacible, cultivaba sus flores, las vendía y vivía.

Mucha gente desaprobaría eso, una chica, viviendo sola, en otros sitios habría sido impensable, habría sido pasto de alguna bestia o criatura la primera noche, pero esa región era bastante tranquila, otros pensaban que era una bruja, a fin de cuentas, la dejaban tranquila, menos la noche de hace dos días.

Ya caía la noche y la chimenea crepitaba, ella andaba calentando agua, tenía intención de hervir algunas verduras y patatas para la cena, era una noche tranquila a pesar del viento que corría, el cual solía colarse entre los arboles del bosque y producir sonidos parecidos a lamentos, ruidos extraños que alejarían a cualquiera, aunque ella se había criado allí y estaba acostumbrada, a veces incluso se soltaba alguna rama que iba a impactar directa contra la casa, produciendo un golpe seco, ella seguía cortando verduras, entre los lamentos del viento y el sonido de las ramas comenzó a asomar un ruido nuevo, tenue, muy débil, pero ahí estaba, en principio le pareció que el fuego crepitaba demasiado, así que se acerco para ver si es que se le había caído alguna piña que no estuviese seca dentro de la chimenea, movió un poco las brasas con el atizador, pero no encontró nada, así que siguió preparando su cena, no obstante ese ruido seguía ahí, cada vez menos frecuente y más débil, un lamento, unas ramas, el fuego, ese ruido extraño, otro lamento, pero este no era el viento escapando del bosque, venia de la puerta,  de normal habría terminado lo que hacía, preparado su cena e ido a dormir, pero tal vez la curiosidad, le hizo ir hasta la puerta y abrirla.

Un hombre se desplomó sobre el suelo de su casa, tenía las ropas rasgadas y heridas abiertas, balbuceaba, prácticamente vivía en un delirio.

La olla con agua hirviendo, termino siendo usada para hervir plantas medicinales, ella no era medico, pero se ganaba la vida cultivando flores y plantas, conocía las propiedades de muchas de ellas, había arrastrado al hombre hasta la cama y lo había desnudado y limpiado, no tenia vendas así que improviso algunas con sabanas antiguas, aplico algunas plantas hervidas sobre las heridas, las vendó y termino cayendo rendida sobre una mecedora.

Y ya hacia dos noches de eso, el hombre seguía dormido, pero sus heridas prácticamente ya habían cicatrizado, ella seguía cambiándole los vendajes cada cierto tiempo.

Justo acababa de cambiarle los vendajes cuando dos golpes secos sonaron en la puerta, se acerco para abrir la puerta y esta se abrió de golpe, entro un hombre de sopetón, ella cayó al suelo, el hombre era algo, fornido, llevaba la cabeza afeitada y portaba un cuchillo muy largo, miro a la chica directamente y se agacho sobre ella.

  - ¿Dónde está?, puedo olerlo

Ella no podía articular palabra, el miedo la paralizaba, oyó un ruido detrás de ella, como de algo arrastrándose ¿será él? Pensó, el hombre que estaba agachado miro sobre la cabeza de la chica, el sonido de algo arrastrándose ceso, pero se cambio por una voz que no conocía, en una lengua que tampoco conocía, un resplandor, y el hombre que estaba sobre ella desapareció, pero no desapareció de repente sin dejar rastro, las paredes, la puerta, hasta la cara de ella estaban cubiertas del hombre que hace un segundo estaba agachado sobre ella, había explosionado sobre ella, miro hacia atrás y vio al hombre que había curado, de rodillas en el marco de una puerta, agarrándose el costado con el brazo izquierdo y con el derecho extendido, jadeaba, parecía cansado.

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