El olor a moho entraba hasta lo más profundo de su ser en
cada bocanada de aire que tomaba mezclándose con el sabor metálico de la sangre
en su boca, apenas podía oír algo más que el traqueteo de las cucarachas
corriendo alrededor suyo, apenas alcanzaba a tocar las sogas que ataban sus
manos a su espalda sin que esto le provocara un dolor agudo que se le extendía
por todo el brazo, una venda se encargaba de anular su vista, una puerta se
abrió a su espalda y pudo oír el clic de un interruptor, una única bombilla
colgando de un cable lo ilumino, la negrura de sus ojos se volvió amarillenta,
sentado, vendado y atado en un cuartucho.
- - ¡Ya está bien! Suéltame ahora mismo zorra
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Pudo oír unos pasos detrás de él
antes de notar como algo frio y punzante se clavaba en su nuca seccionándole la
espina dorsal, el amarillo se volvió negro.
Otro día mas y la misma historia para Tirant, despertador
sonando a las seis de la mañana, directo al baño para afeitarse y ducharse, un
desayuno rápido y corriendo a meterse en el coche para llegar intentar ganar
algo de dinero y es la rutina que seguiría hoy de no ser porque apenas acababa
de volver a la ciudad después de un viaje de 12 horas de avión, es un tipo
normal, tiene sus aficiones como todo el mundo pero eso no es demasiado
importante, trabaja como fotógrafo freelance, es decir, se juega el cuello
metiéndose donde no debe para fotografiar cosas que no debe fotografiar y luego
venderlas al mejor postor, el primer olor que golpeo su nariz al abrir la
puerta de su casa fue un olor a podrido, nada raro, la cena de la última noche
de antes de salir de viaje, aun estaba a medio comer y sobre la mesa, algo
normal, y una luz tintineante en la oscuridad, su teléfono, el contestador
estaba a rebosar, nada importante, un par de periódicos intentando contratarle,
publicidad y demás tonterías, de entre todos solo hubo uno que le llamo la
atención.
“ey tío, ¿llegas hoy? Deberíamos salir, a ver qué traes, he
descubierto un sitio nuevo bastante interesante en la ciudad”
No se podría decir que fuera un compañero de trabajo, ya que
trabajaba por libre pero era Jack, otro fotógrafo freelance como él y realmente
le apetecía, desconectar un poco de todo y ya habría tiempo de vender las
fotos, Jack es ese amigo que conoces en la infancia y se sobrepone a todas tus
etapas, colegio, instituto, facultad, trabajo, siempre estuvo ahí y siempre estará,
tu hermano pequeño, como quieras llamarlo, ese era Jack para Tirant.
Y claro que Tirant no le diría que no, dos horas más tarde
estaban recorriendo la ciudad de bar en bar, el trabajo de Tirant no ocupo más
de 15 minutos de conversación, Jack necesitaba estar fuera, no hacía mucho que había
perdido a su pareja, perdido es una forma bonita de decir que le habían abandonado
y así fue, copa tras copa, cerveza tras cerveza como una noche más, volviendo a
casa mas encorvados que erguidos, se toparon con un bar más que habría pasado
de largo de no ser por Jack, “Darelik” se podía leer en el rotulo, letras en
rojo sobre fondo negro, algo un poco típico.
-
Ey ey ey Tirant, este, este, este es nuevo,
vamos a entrar
-
Creo que por hoy está bien, además mañana se
supone que tengo que ir a vender las fotos
-
Venga no seas gruñón, vamos la ultima
-
No en serio, mira, quédate tu, mañana en cuanto
termine te aviso y comemos por ahí y no sé, improvisamos algo ¿va?
Si Jack sabía algo de Tirant era su “no en serio” no habría posibilidad
de convencerle, así que no insistió mas, se despidieron, Jack entro en Darelik
y Tirant siguió el camino hasta su piso.