Aun
quedaban un par de horas para que el sol asomara entre las montañas arrojando
su luz sobre todo el continente, anunciando la llega de un nuevo día, a pesar
de eso, él ya llevaba un par de horas levantado preparando los bártulos para el
viaje, su mujer no había notado que su marido se había
levantado
y su hijo menos aun, aunque no quedaba mucho para que su padre fuera a
despertarle.
- - Arriba hijo, hoy es un gran día – dijo mientras agitaba el hombro del
muchacho que aun se debatía entre el mundo de los sueños y el real-
Su hijo
lo miro a la cara más dormido que despiertos y entre balbuceos apenas acertó a
decir.
- - ¿Qué tiene de especial el día de hoy?
- - Es tu décimo sexto cumpleaños, vendrás conmigo
La cara
del muchacho cambio por completo, salto de la cama y no tardo demasiado en
prepararse, a fin de cuentas su padre ya había preparado la mayor parte.
Paso
menos de una hora, cuando ambos, padre e hijo ya se encaminaban hacia las
montañas, a pesar de su corta edad casi era tan alto como su padre, iba cargado
con comida y algunas herramientas de su padre, mientras que el padre, caminaba
delante de él, portando las armas, a su espalda un arco y una espada que podría ser casi tan alta
como él mismo, en su cintura la carcaj, todas las flechas amontonadas dentro de
ella daban la sensación de ser una única pieza de madera, como si del mando de
un arma se tratara o un vulgar garrote.
Caminaron
durante varias horas sin cruzar palabra, el muchacho simplemente observaba todo
lo que su padre hacia, al principio solo caminaba mirando hacia delante, pero
hacia unas horas que parecía buscar algo, miraba al suelo, se detenía a mirar
plantas, hundía la mano en la tierra, subió
sobre una roca y oteo el horizonte.
-
¿Qué buscamos Padre? – preguntó por fin su hijo-
Su
padre lo miro directamente a los ojos, y volvió a mirar al horizonte, alzo uno
de sus brazos señalando.
-
Aquello, hijo.
Señalaba
a un río, a la falda de la montaña, su
cauce parecía haber descendido de una forma violenta, pues era como si un gran
caudal hubiera erosionado la tierra en una dirección y después simplemente,
descendió, dejando un río minúsculo dentro de un cauce enorme.
Así que
emprendieron rumbo hacia el río bajando por la montaña, descendiendo con
cuidado, buscando un camino seguro para evitar caer rodando, poco a poco, paso
a paso llegaron hasta el río y lo siguieron montaña arriba buscando su
nacimiento, no tardaron demasiado en dar con una cueva, cuya entrada se
separaba bastantes metros del suelo, unos diez o más, el río se adentraba hasta
la oscuridad más absoluta, el padre hizo una seña para que el hijo se detuviera
y se acerco cautelosamente a la cueva, desenvaino su espada y examino la
obertura.
- - Ven aquí hijo, ¿notas como el viento se escurre entre nosotros hacia
la cueva y vuelve a salir de ella? ¿sabes qué significa eso?
- - No lo sé, padre
- - Esta respirando, rápido, ayúdame, busca ramas, hojas, lo que sea,
cuanto más seco mejor.
Tuvieron
que alejarse bastante del río para encontrar materiales los suficientemente
secos, pero cuando el sol empezaba a ocultarse habían reunido un cantidad más
que considerable en la entrada de la cueva, el padre buscó en el macuto que llevaba
su hijo en la espalda y saco una bolsa que parecía supurar, abrió la bolsa y
una sustancia viscosa vio la luz del atardecer, era grasa, comenzó a esparcirla
por el montón de follaje que habían reunido, una vez acabó, condujo a su hijo
sobre la obertura de la cueva, se prepararon para acampar, la noche se cernía
sobre ellos apenas quedaba una hora de luz, hicieron un fuego con algo de los
restos de grasa y envolvió una de sus flechas con los restos de la bolsa de
grasa, armó su arco, lo acerco al fuego y este parecía estar encantado de
encontrar un nuevo hogar en la flecha, pero no duro demasiado, pues apuntó al montón
de hojarasca y disparo, la llama creció durante un instante, pudieron sentir el
calor como si estuvieran dentro de la propia llama, la hojarasca comenzó a
arder, la cueva empezó a absorber el humo, rápidamente el padre rebusco dentro
del macuto, saco dos pequeñas hachas y una cuerda, le dio las hachas a su hijo,
el cual aun no comprendía nada.
- - Las necesitaras para agarrarte –solamente dijo eso y se sentó-
- - ¿ahora qué hacemos padre?
- - Esperar
El sol
ya casi estaba oculto, cuando el suelo comenzó a vibrar, rápido, el padre pego
un oído al suelo y más rápido aun se puso de pie, ato un extremo de la cuerda a
su cadera y el otro extremo a la cadera de su hijo, los temblores cada vez eran
más fuertes, parecían acercarse a ellos, agarro a su hijo de los hombros, lo
miro directamente a los ojos.
-
Estas a punto de descubrir que es lo que hace tu padre cuando viaja,
agarra con todas tus fuerzas las hachas, pueden salvarte la vida.
Sin
mediar palabra giro y salió corriendo, saltó hacia la obertura de la cueva y su
hijo se vio arrastrado por la cuerda, lo siguiente que sintió fue un duro golpe
contra la cabeza, por suerte, su cabeza era bastante dura y solo se desoriento
un instante, miro hacia delante y vio a su padre tirado con la espada clavada
en el suelo, un suelo duro y agrietado que seguía vibrando, miro hacia sus pies
y vio la cueva, que se hacía cada vez más pequeña, se alejaban de ella, volvió
a mirar a su padre con incredulidad, veía como este le gritaba, y poco a poco
el sonido volvió a llegar a sus oídos, su padre gesticulaba, y segundo a
segundo las palabras comenzaban a salir de su boca y llegaban a los oídos del
muchacho.
- - Las hachas, las malditas hachas.
Reacciono,
clavo sus dos hachas al suelo, su padre se incorporo y comenzó a tirar de él,
poco a poco, como si de una escalada horizontal se tratara iban avanzando ,
miro a sus lados y vio que el suelo agrietado se acababa, pero el bosque, las
rocas, todo a su alrededor, pasaba de
largo, estaban sobre algo que se movía, ¿Qué clase de animal era ese?, las sacudidas eran cada vez más salvajes,
cambiaba de dirección y casi caían de su lomo, por fin parecía que el animal se
acababa y que llegaban a uno de sus extremos, el padre se aferraba a una de sus
espadas, que tenía clavada bajo las escamas del animal, su hijo se aferraba con
todas sus fuerzas a las hachas que lo mantenían pegado al lomo, asi que el
padre con la mano que le quedaba libre desenvaino la gran espada que llevaba a
la espalda y la clavó de golpe, un ruido ensordecedor parecía crecer desde lo más
profundo del animal y salió al exterior callando por completo cualquier otro
sonido que hubiera sobre la tierra en ese momento, el animal se paró en seco y
ambos salieron despedidos y rodaron un par de metros, por suerte la cuerda no
se rompió, cuando el muchacho levantó la vista, pudo tomar idea, ante él, un
ser gigantesco con forma de serpiente yacía inmóvil, la cola se perdía en el
horizonte, casi pareciera que aun no había terminado de salir de la cueva, y a
pesar de verse como una serpiente a lo largo de su cuerpo salían varias
extremidades emplumadas y la cabeza a pesar de las escamas y la lengua bífida
que asomaba por la boca, su cara parecía mostrar ciertos rasgos humanos, el
muchacho miro a su padre que estaba sentado a su lado.
- - ¿Qué… que era eso, padre?
- - Un Dios
- - ¿He… hemos matado a un Dios?
- - Si, hijo y mañana, mataremos a otro.