Hacia años que esa tierra estaba muerta, años de lluvias y nevadas, años de calor abrasante y años de hojarascas desparramadas por la tierra, pero año tras año, estación tras estación, el seguía impasible, sin mover un ápice de su decrepito cuerpo, aun había trocitos de sus ropas tiradas alrededor de el, aun había trocitos de él a su alrededor.
Esa mañana tres de ellos se posaron en la valla de madera astillada y mohosa que delimitaba su terreno, sus tres eternos y azabaches enemigos, parecían burlarse de él con sus graznidos, una orquesta de risas, burlándose del que en un día era su némesis, convertido ahora en menos de la sombra de lo q fue, estuvieron gran parte de la mañana, entre la las risas de la valla y paseos por la tierra muerta. Al atardecer se fueron al sembrado de al lado, donde si existía vida, probablemente hambrientos después de una mañana de ironía.
La tarde era aun más cruel que la mañana, el sol castigaba sin piedad, no se le podía culpar, era su trabajo, al menos los cuervos no venían a molestar a estas horas, su cara seguía quieta, con su boca negra, abierta de par en par, como profiriendo un grito de odio, un grito de rabia, de toda la rabia que podía tener un harapo colgante como él. Un harapo inútil e inservible como él.
Las noche si eran más agradables con él, al menos durante las noches, pasaba desapercibido, sin que nadie advirtiera en el, pero su angustia era la misma, clavado entre una tierra tan inútil como él, su angustia, su ansiedad, no hacían más que consumir lo poco que ya quedaba de por sí, ahogándose en recuerdo de tiempos antiguos, donde era el paladín del maizal, cuando los oscuros alados no se atrevían a entrar en su reino, por el miedo y respeto que irradiaba, pero todo se quemo, las estaciones pasaron y acabaron con su reino. Todo se quemo.
Aunque, algo si se salvo, con el paso del tiempo, algo agarro en la tierra, aunque no donde él estaba, pero si cerca, si fuera de su tierra, todo volvió a crecer, irónicamente, el indefenso, se alojo lejos de su protector, irónicamente, el protector desprotegido.
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