21 de julio de 2013

il Piu Bello


¿Qué tenia esa chica de especial? Nada, solo otra chica asesinada y abandonada en un callejón, como todas las demás chicas asesinadas y abandonadas que añadía a una larga lista, como cada botella vacía que añadía a cualquier rincón de mi salón cada noche, ella no era nadie en especial, la había conocido muerta, ingreso cadáver en mi vida, pero más allá de ser solo un ser inerte, se había convertido en una excusa, un pase vip al asesinato, una entrada libre al desenfreno que llevaba esperando, la excusa barata para matar a Gianchello.

Gianchello, un italiano, como tantos, solo que este siguiendo con el tópico del cine y novelas negras es hijo de alguien cuyo nombre sonaba más bien al sonido que obtienes al intentar escupir una flema, supo labrarse una fortuna por el mal camino y sus hijos han continuado con el negocio familiar, extorsión, asesinatos por encargos, robos, blanqueo de dinero, palizas, y todo al mejor postor, como en un buffet libre donde la comida esta envenenada, así era tratar con Gianchello, podría ayudarte, pero a la larga terminaba matándote.

Hacia frio esa noche, pero ya me había encargado de calentarme antes de salir y de dejar un nuevo adorno sobre la mesita del salón, a cada paso sentía como mis zapatos se hundían en la fina capa de nieve que recubría el asfalto, como una sabana perfectamente alineada en una cama de hotel, durante un instante me transporte a una playa, con mis pies hundiéndose en la arena y Melisa en el agua llamándome para que la acompañara, pero, como un tiro por la espalda, una ráfaga de viento sin compasión, me saco esa idea de la cabeza y me volvió a depositar sobre la fría nieve.

il Piu Bello, era el nombre de uno de los clubs de Gianchello, al menos de su favorito, sabía que estaba allí y era una idea estúpida, pero a falta de otras ideas mejores, me quede con la estúpida, las luces del Piu Bello destacaban sobre la corteza gris de edificios, como una mancha de sangre destaca sobre una camisa blanca, me detuve delante de la puerta, aspire profundamente y deje que el aire entrara hasta el fondo de mis entrañas, esperando tal vez que me congelase y de esa manera me detuviera de hacer lo que estaba a punto de hacer.

Era tarde y ya no quedaba nadie en el pub, solo el barman, que limpiaba la barra, como si fuera capaz de arrancar de esa barra toda la decadencia y depravación que la impregnaba, también estaba Francarlo, uno de los matones de confianza de Gianchello y por supuesto, Gianchello, sentado en un cubículo con las dos putitas que habría elegido esa noche, al verme no se sobresaltó, no tenía motivos, la policía para Giachello solo era un supermercado, donde podía caminar a sus anchas, elegir el producto, echarlo al carro y pagarlo con una sonrisa en la cara, lastima para él, esa noche estaba sin stock.

Me invito a sentarme con él, me preguntó si podía invitarme a una copa, en otro momento, en otra época, bien se que la habría aceptado, pero ese bastardo se había escapado muchas veces solo por saber a qué dirección tenía que mandar un sobre lleno de billetes o lleno de dedos, el fin era el mismo, lo que variaban eran los métodos, pero nadie puede negociar con las balas, saque mis dos berettas, la expresión de su cara, una mezcla de sorpresa y rabia, no hubo mejor regalo de navidad que la expresión de su cara, al instante todo estaba hecho, mientras que con una disparaba a Francarlo, tan grande como estúpido se desplomo como un muñeco de trapo a medio coser, con mi otra arma, le estaba practicando una operación de cirugía estética barata a Gianchello en mitad de su cara, las dos chicas salieron corriendo y gritando, mire al barman, no sabía hasta que punto era fiel a Gianchello, solo se limito a preguntarme que iba a tomar, Gianchello no estaba rodeado de amigos precisamente, solo apariencias, esa noche la ciudad se convirtió en un lugar más seguro.

Salí del Piu Bello igual de vacío que entre, sabía que volvería a mi casa a acostarme con una escocesa de cuarenta grados, ya se habían encargado de que nadie me esperase a mi regreso, pero una parte de mi sabia que al menos esa noche, no habría dos chicas asesinadas y abandonadas en un callejón. 

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