El crío crecía sin parar, así que no paso mucho tiempo hasta que podía echar una mano en la tienda, metía las cajas menos pesadas al almacén y me ayudaba a colocar productos en los estantes mas bajos, la buena fortuna o la buena mano de mi mujer hizo que consiguiera salir del taller y la colocasen de dependienta en una de las tiendas del centro de la ciudad, a veces cerraba un poco antes la tienda para ir a verla, estaba radiante, la veía completamente feliz, dentro de aquel taller se estaba marchitando, pero ahora era distinto, llegaban mujeres ricas de todas partes y se dejaban aconsejar por ella, una buena época, si.
Así que los días que me escapaba, esperaba a que terminara de trabajar y nos volvíamos los tres a casa, por norma general ella solía terminar antes de que yo, así que era ella la que venia a la tienda a buscarme a mi y al niño.
Sin embargo una noche no fue así aquella noche el aire tenia un sabor distinto, mas amargo, ella no apareció a la hora que solía hacerlo, así que en cuanto cerré la tienda, fui con el crío a la tienda donde ella trabajaba, ya estaba cerrada y no había ni un solo alma que producia el mas mínimo ruido por allí cerca.
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