La luces acompañaban a la suavidad de la música que
se esparcía por el bar compitiendo con
el humo del tabaco para ocupar todo el espacio disponible, un murmullo de voces
bailaba por debajo de las notas, voces que venían de las mesas, que salían de
bocas, cada una con sus propias historias, dos chicas habían hecho sonar la
campanilla de la puerta, una pareja se besaba en el baño, alguien estaba
orinando en el callejón de atrás, una de las lamparitas que había en cada mesa
fallaba, el dueño de esa mesa fumaba mientras apuraba su segunda botella de
whisky de esa noche.
- ¿seguro que es aquí?
- Sí, he venido muchas veces
- ¿Cuánto crees que tendrá?
- A estas horas le quedara poca, así que tiene que estar podrido de
pasta
Tocaron
cuya puerta tenía un destartalado numero cuarenta y siete, un hombre en slips,
camiseta interior y batín abrió la puerta
- ¿otra vez tu? Pensé que tendrías suficiente con lo de esta mañana,
pasa pequeño bastardo
El viejo
se giro mientras se rascaba una pierna sin dejar de farfullar sin sentidos, el
sonido del martillo de un revolver hizo que se girara en seco
- Esta vez vengo a por el dinero, viejo –dijo el chico más alto –
La sangre
le cruzaba la cara al chico más bajo,
miro a su compañero, hace un momento no tenía ese hueco humeante en el
pecho, el viejo había sacado no sabe como otro arma, salió corriendo de allí sin
pararse a mirar hacia atrás.
Apenas quedaba medio cigarro y aun no se había decidido, los recuerdos corrían y chocaban en su mente, sin dejar que se
aclarara, el viento corría fuerte en esa azotea, mira las luces de los coches,
se intenta imaginar la vida de los que van dentro, pensando que tal vez haya alguien
peor que el, alguien que tuviera la misma duda en su cabeza, las ráfagas de luz
duraban poco, volvía a aparecer ella, una y otra vez, daba igual, siempre
encontraba una manera de relacionarlo todo con ella, no es que quisiera morir,
solo que de un tiempo a esta parte, tampoco le preocupaba, en cierto modo,
tampoco intentaba evitarlo, pero esa noche parecía dispuesto a adelantar un par
de años su destino, contra el asfalto.
Su cara parecía
maquillada para una película de terror, las lagrimas se escapaban por sus
mejillas, el conductor del taxi trataba de fijar su vista a la carretera, era
demasiado viejo para ir consolando a chiquillas estúpidas, recordaba la dirección
a la que se dirigía, una y otra vez, como un rotulo publicitario, una y otra
vez, ella sujetaba con fuerza su móvil, pensaba llamarlo, solo para gritarle,
solo para intentar hacerle daño con su voz, pero había una pizca de cordura que
le hizo guardar el móvil en lo más profundo de su bolso y olvidarse de él.
La cerradura comenzó a
hablar, ella sabía de sobra que era él, borracho como siempre, el repiquetear
de las llaves le dolía en cada centímetro de su rostro, sin duda sabia que poco
después él la estaría abofeteando, como si no fuera ella, se dirigió a la
puerta de entrada, pasando por la cocina, y se paro justo delante, mientras las
llaves seguían sonando, un reflejo fugaz de la ventana impacto contra el
cuchillo que sujetaba en su mano izquierda.
El hombre se levanto, cansado, desganado, casi
imperceptible por los demás clientes, como si fuera un alma en pena, alguien
que no estuviera atento juraría que levitaba, hasta llegar a la barra, el
barman se acerco a él, pidió otra botella de whisky.
- Enseguida se la llevo, ¿a qué mesa señor?
- La de la luz rota –una voz rasgada como su aspecto–
El barman miro por encima del hombro y vio la mesa
sin luz, podía distinguir dos botellas y un solo vaso.
- - ¿No cree que ya ha bebido demasiado?
Como si ya supiera lo que le iba a decir el barman,
el hombre había puesto un pequeño taquito de billetes sobra la barra, el barman
solo asintió, pensando que cuando se desplomase sobre la mesa, podría hurgar un
poco en su cartera con la excusa de buscar su dirección o su nombre y avisar a
alguien.
Corría sin rumbo
fijo, ni siquiera sabía si el viejo iba detrás de él, pensaba que no, que
bastante ocupado estaría con el cadáver de su casa, o eso es lo que pensaría si
el miedo no fuera lo que le obligaba a correr, sin embargo el golpe seco que lo
mando al suelo si le obligo a detenerse, miro hacia arriba y vio una camisa
azul manchada con la sangre de su cara, al igual que la placa que la adornaba,
el policía trato de decirle algo, pero el chico volvió a correr, pero ahora si sabía
con certeza que alguien le perseguía.
Si tal vez hubiera sido más suave, no, también fue
suave, si hubiera intentado convencerla, no, eso también lo había probado,
pensaba una y otra vez en cosas que podría haber hecho y que realmente hizo,
pero que dieron igual, ya haba apurado su cigarro y acababa de encender otro,
a ese ritmo, se acabaría antes el paquete que la noche, se cansó, tiro el
cigarrillo y pensó en seguirla edificio abajo, recorriendo un camino de
ventanas y cornisas.
Hundió su cabeza en el
agua, solo quería eso, escapar por un momento del mundo que la rodeaba, sentir
el silencio, sentirse vacía, dos horas más tarde terminaría durmiendo borracha
en su balcón.
Estaba encerrada en su
baño, aun agarraba con fuerza el cuchillo ensangrentado, al otro lado los
golpes, insultos y lamentos contra la puerta no cesaban, ella lloraba, en
cierto modo por alegría, en cierto modo por miedo, mas gritos al otro lado de
la puerta, la sangre empezaba a entrar al baño por el quicio de la puerta, los
golpes cada vez eran más suaves, parecían adormecerse, cada vez más tenues,
cada vez mas irregulares, hasta que desaparecieron y ella se sintió libre.
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