17 de febrero de 2013

Aeternitas (1/2)


La luces acompañaban a la suavidad de la música que se  esparcía por el bar compitiendo con el humo del tabaco para ocupar todo el espacio disponible, un murmullo de voces bailaba por debajo de las notas, voces que venían de las mesas, que salían de bocas, cada una con sus propias historias, dos chicas habían hecho sonar la campanilla de la puerta, una pareja se besaba en el baño, alguien estaba orinando en el callejón de atrás, una de las lamparitas que había en cada mesa fallaba, el dueño de esa mesa fumaba mientras apuraba su segunda botella de whisky de esa noche.

      ¿seguro que es aquí?
       - Sí, he venido muchas veces
      ¿Cuánto crees que tendrá?
       - A estas horas le quedara poca, así que tiene que estar podrido de pasta

Tocaron cuya puerta tenía un destartalado numero cuarenta y siete, un hombre en slips, camiseta interior y batín abrió la puerta

       ¿otra vez tu? Pensé que tendrías suficiente con lo de esta mañana, pasa pequeño bastardo

El viejo se giro mientras se rascaba una pierna sin dejar de farfullar sin sentidos, el sonido del martillo de un revolver hizo que se girara en seco

       -  Esta vez vengo a por el dinero, viejo –dijo el chico más alto –

La sangre le cruzaba la cara al chico más bajo,  miro a su compañero, hace un momento no tenía ese hueco humeante en el pecho, el viejo había sacado no sabe como otro arma, salió corriendo de allí sin pararse a mirar hacia atrás.

Apenas quedaba medio cigarro y aun no se había decidido, los recuerdos corrían y chocaban en su mente, sin dejar que se aclarara, el viento corría fuerte en esa azotea, mira las luces de los coches, se intenta imaginar la vida de los que van dentro, pensando que tal vez haya alguien peor que el, alguien que tuviera la misma duda en su cabeza, las ráfagas de luz duraban poco, volvía a aparecer ella, una y otra vez, daba igual, siempre encontraba una manera de relacionarlo todo con ella, no es que quisiera morir, solo que de un tiempo a esta parte, tampoco le preocupaba, en cierto modo, tampoco intentaba evitarlo, pero esa noche parecía dispuesto a adelantar un par de años su destino, contra el asfalto.

Su cara parecía maquillada para una película de terror, las lagrimas se escapaban por sus mejillas, el conductor del taxi trataba de fijar su vista a la carretera, era demasiado viejo para ir consolando a chiquillas estúpidas, recordaba la dirección a la que se dirigía, una y otra vez, como un rotulo publicitario, una y otra vez, ella sujetaba con fuerza su móvil, pensaba llamarlo, solo para gritarle, solo para intentar hacerle daño con su voz, pero había una pizca de cordura que le hizo guardar el móvil en lo más profundo de su bolso y olvidarse de él.

La cerradura comenzó a hablar, ella sabía de sobra que era él, borracho como siempre, el repiquetear de las llaves le dolía en cada centímetro de su rostro, sin duda sabia que poco después él la estaría abofeteando, como si no fuera ella, se dirigió a la puerta de entrada, pasando por la cocina, y se paro justo delante, mientras las llaves seguían sonando, un reflejo fugaz de la ventana impacto contra el cuchillo que sujetaba en su mano izquierda.

El hombre se levanto, cansado, desganado, casi imperceptible por los demás clientes, como si fuera un alma en pena, alguien que no estuviera atento juraría que levitaba, hasta llegar a la barra, el barman se acerco a él, pidió otra botella de whisky.

        -  Enseguida se la llevo, ¿a qué mesa señor?
        -  La de la luz rota –una voz rasgada como su aspecto–

El barman miro por encima del hombro y vio la mesa sin luz, podía distinguir dos botellas y un solo vaso.

-            - ¿No cree que ya ha bebido demasiado?

Como si ya supiera lo que le iba a decir el barman, el hombre había puesto un pequeño taquito de billetes sobra la barra, el barman solo asintió, pensando que cuando se desplomase sobre la mesa, podría hurgar un poco en su cartera con la excusa de buscar su dirección o su nombre y avisar a alguien.

Corría sin rumbo fijo, ni siquiera sabía si el viejo iba detrás de él, pensaba que no, que bastante ocupado estaría con el cadáver de su casa, o eso es lo que pensaría si el miedo no fuera lo que le obligaba a correr, sin embargo el golpe seco que lo mando al suelo si le obligo a detenerse, miro hacia arriba y vio una camisa azul manchada con la sangre de su cara, al igual que la placa que la adornaba, el policía trato de decirle algo, pero el chico volvió a correr, pero ahora si sabía con certeza que alguien le perseguía.

Si tal vez hubiera sido más suave, no, también fue suave, si hubiera intentado convencerla, no, eso también lo había probado, pensaba una y otra vez en cosas que podría haber hecho y que realmente hizo, pero que dieron igual, ya haba apurado su cigarro y acababa de encender otro, a ese ritmo, se acabaría antes el paquete que la noche, se cansó, tiro el cigarrillo y pensó en seguirla edificio abajo, recorriendo un camino de ventanas y cornisas.

Hundió su cabeza en el agua, solo quería eso, escapar por un momento del mundo que la rodeaba, sentir el silencio, sentirse vacía, dos horas más tarde terminaría durmiendo borracha en su balcón.

Estaba encerrada en su baño, aun agarraba con fuerza el cuchillo ensangrentado, al otro lado los golpes, insultos y lamentos contra la puerta no cesaban, ella lloraba, en cierto modo por alegría, en cierto modo por miedo, mas gritos al otro lado de la puerta, la sangre empezaba a entrar al baño por el quicio de la puerta, los golpes cada vez eran más suaves, parecían adormecerse, cada vez más tenues, cada vez mas irregulares, hasta que desaparecieron y ella se sintió libre.

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