10 de febrero de 2012

Oksid

La noche era tranquila, la ciudad seguía concurrida a pesar de la hora, miles de historias se fundían en una misma calle sin tener ni un segundo para escucharse entre sí, sale de un pub con una botella en la mano y maldiciendo, se gira mientras inspira un poco del mugriento olor de la noche y comienza a caminar calle arriba.

Caminaba sin prisa, apurando lo poco que quedaba de su botella, como si le fuera la vida en ello, aferrándose a su botella como a una cuerda que lo separase de una caída al vacío, mira su reloj, es pronto aun piensa, sigue caminando, la gente no le presta atención, el responde de la misma manera.

El frio comienza a agarrotarle sus piernas aunque aún queda bastante camino para llegar a casa, sin que lo haya notado un par de sombras le siguen desde hace unas calles atrás y si se hubiera dado cuenta, tampoco le importaba, el cielo parecía ir en contra del viejo, empezó a llover.

Se estaba impacientando su único anhelo era meterse en la cama y dejar el tiempo correr mientras dormía, decidió ir por calles secundarias para ahorrar algo de tiempo, algo que siempre le había molestado era tener que esperar aunque el mismo causara esa espera.

Solo acompañado por un par de gatos q rebuscaban en los contenedores de basura su camino seguía tranquilo, algunos gatos saltaron espantados, tres sombras le cortaron el camino, el viejo asustado decidió dar marcha atrás y al girarse vio como otras dos sombras estaban paradas delante de él, el sudor frio no tardo en aparecer en su frente.

“será mejor que vacíes los bolsillos viejo” dijo una voz a su espalda, el viejo se giro, mientras que los dos que quedaban detrás se acercaron, “¿a que esperas viejo?” dijo otra de las sombras, acerco la botella a sus labios para comprobar que ya estaba vacía, el sudor frio desapareció de su frente, empezó a distinguir algunos rasgos en las sombras que tenía delante, no eran más que críos, apenas llegarían superarían los veinte años, en cierto modo sintió pena por ellos, hasta que se fijo que en cierto modo iban armados.

Uno de ellos levanto su brazo envuelto en una cadena “¿¡Es que estas sordo, que nos des lo que tengas!” , el viejo dejo caer su botella lo justo para agarrarla por el cuello, sin mediar palabra golpeo la cabeza del que tenía delante a su izquierda, la botella se rompió, haciendo que los trocitos de cristal volaran en todas direcciones, dejo caer el cuello roto de la botella y dirigió la palma de su mano al pecho del que estaba delante de él a su derecha, el impacto en su pecho produjo un sonido seco, el chaval salió despedido hasta la pared y como cayó quedo inmóvil, la sombra que estaba delante del viejo aun tenía el brazo en alto intento golpearlo pero este le cogió con su brazo izquierdo, los gritos de dolor del chico no tardaron en hacerse oír.

Pedía que le soltara, era una súplica, el viejo no se movía solo lo miraba, miraba como gritaba miraba como el miedo le invadía los del chico, el sonido a hueso roto retumbo por toda la calle, de repente el viejo se estremeció, una punzada le recorrió toda la espalda, uno de los que estaba detrás le había clavado un destornillador en su costado cayó de rodillas al suelo mientras gritaba de dolor, los dos chavales que quedaban estaban paralizados, los gritos del viejo fueron transformándose en risa, el destornillador salía poco a poco de su cuerpo y de su herida empezó brozar una neblina rojiza, sin despegarse del viejo la neblina lo recorría recubriéndolo, como un aura, los dos chavales comenzaron a correr mientras el viejo seguía riendo, ellos corrían, sin mirar solo pensando en llegar al final para girar a algún lado y escapar de esa calle, el viejo volvió a gritar, ellos no paraban de correr, cada vez más rápido, casi no notaban el suelo bajo sus pies hasta que ambos comprendieron que estaban elevándose, cada vez más, solo tuvieron tiempo de mirar al viejo de pie sonriendo sin apartar la mirada, antes de caer.

El viejo salió de la calle tocándose el costado, donde antes había una herida ya solo quedaba un agujero en la ropa,

- Vaya, pensaba que estaba oxidado –dijó-

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