12 de mayo de 2013

Compasión Por La Bestia (3/4)


Cuando el sol murió en el horizonte, las tropas comenzaron a organizarse y a machar rumbo a Greinteh, no tardo en desaparecer el último atisbo de luz y el roce de las armaduras de al marchar resonaban como una tormenta de truenos en el horizonte, discreción no era precisamente lo que buscamos,  no tardamos en estar frente a las murallas de Greinteh y allí estaba yo, con todo un ejército a la espalda y una ciudad amurallada y preparada para resistir un asedio delante de mí, apenas podía contenerme, mi cuerpo vibraba, cada ápice de mi, cada átomo de mi ser, estaba vibrando, podía sentirlo, eran las ganas, la impaciencia por sentir la sangre sobre mi cara, calmar el frió de la noche con el fulgor carmesí, podía ver a los arqueros enemigos sobre la muralla, un hombre menudo se golpeaba entre ellos buscando una posición desde la que pudiera ser visto, hasta que por fin destacó por encima del recio muro de piedra, seguro que había un taburete pensé, alzó sus brazos y gritó:

- Deponed las armas, nuestro rey tiene una propuesta para vosotros si…

No terminó la frase cuando una flecha le atravesó la cabeza, los cuernos de guerra de mi bando comenzaron a sonar y resonaron varias provincias colindantes, la vibración en mi cuerpo era prácticamente incontrolable, casi se podía oír el repiqueteo de la armadura contra mi cuerpo, se acabó, el asesinato del orador fue la gota que colmó mi paciencia, me aferre fuerte al mango de mi espada y comencé una carrera suicida contra la ciudad.
Las flechas comenzaron a silbar y a cortar el sonido de los cuernos, cerré mis ojos,  desenvaine y mi espada y en el arco que describí con ella puede oír como tres flechas se destrozaron en pleno vuelo, seguí avanzando, las flechas seguían cayendo inútilmente sobre mí, los silbido de estas se acortaban abrí mis ojos, apenas quedaban unos metros para llegar a la muralla, la cadena que sostenía la puerta , ese era mi objetivo, salté contra ella, apoye mis pies en la muralla y subir por ella sin dudar, los arqueros empezaron a disparar directamente contra mí, no importaba, seguía subiendo sin pausa y destrozando flechas a mi paso, ansiaba que llegara el momento en que en lugar de flechas estuviera destrozando a esos arqueros inútiles, la cadena terminaba, me apoye en la roca saliente y salte al pasillo entre la muralla donde estaban todos los arqueros.

No repare demasiado en ellos, atravesé recto el pasillo y me deje caer, allí había dos hombres sujetando la rueda que mantenía cerrada la puerta de entrada a la ciudad, me lance sobre ellos, los infelices prácticamente ni me vieron venir, sus cuerpos cayeron a plomo como la puerta, camino abierto, pude ver como los soldados a los que acompañaba empezaron a correr dirección a la ciudad, escudos en alto para evitar las flechas, no tenía tiempo que perder, gritaron a mi espalda, me gire y sonreí, un pequeño grupo de soldados, solo para mi, envaine mi espada y corrí hacia ellos, al desenvainarla cayeron dos, gire sobre mí mismo, ese tajo se llevo consigo a un par mas, doble mi espalda hacia atrás bajando todo lo que pude mi cabeza hacia el suelo para esquivar un tajo horizontal, apoye mis manos en el suelo y gire sobre mí mismo, mis piernas golpearon la cabeza de otro soldado, lleve mi espada a mi cadera me agache y emprendí la carga, corría sin pararme a mirar quien recibía mis espadazos, la vibración ya casi era insostenible, invadía cada centímetro de mi, cada parte de mi cuerpo vibraba al unisonó, se extendía por mi brazo hasta tocar el mango de mi espada y continuaba por su filo hasta la punta, convirtiéndola en una extremidad mas, un miembro de mi cuerpo, afilado, algo más de mí, me completaba, nos unía en uno,  la calle terminaba en unas escaleras, las subí, delante de mí, podía ver una plaza enorme, a un lado la iglesia, al otro una zona de casas y al fondo el palacio.

Podía oír el sonido de las armas chocando, los quejidos de los heridos, olía la sangre que había dejado a mi paso, la que estaba sobre mi armadura y mi cara, podía oír y oler la muerte alrededor de mí , me deje llevar y no caí en la cuenta del bastardo duras penas podía caminar y que venía detrás, en el último segundo me gire, la fortuna no estuvo de mi lado en ese momento y el pequeño bastardo consiguió colar su lanza por una hendidura de mi armadura,  sabéis, realmente, nada puede ser real, si no duele, es decir, nada es tangible si no ha experimentado alguna vez el dolor y aquella fue la primera vez que alguien consiguió herirme, mire directamente a los ojos de aquel soldado, que había usado sus últimos instantes de vida en intentar matarme, dolor, y pensar que apenas fue una herida superficial, la poca cordura que quedaba en ese momento en mi, se esfumó, reí, reí tan fuerte que pudieron oírme en toda la ciudad y lo mire, mire al soldado que aun sostenía la lanza e intentaba hundirla más en mi cuerpo, pero yo también la agarraba para que eso no sucediera, le sonreí y le di las gracias, use mis dos manos para agarrar la lanza y gire sobre mi mismo con toda la fuerza que tenia, el pobre desgraciado voló un par de metros por delante de mí, mire su lanza dentro de mi costado, ni siquiera tuve que hacer demasiada fuerza para sacarla de mi y ahí estaba, abrazada a la punta de la lanza, calidad y pegajosa, mi propia sangre, acerque la lanza a mi nariz y aspire, cuando abrí los ojos, el mundo se desvaneció a mi alrededor,  solo podía ver al anterior dueño de la lanza, no pude resistirme, lamí la punta de la lanza mientras podía ver como se le desencajaba la cara a causa del miedo, algo despertó en mí, me lance a por él, salte sobre su pecho y comencé a clavarle su lanza en la cara, una y otra vez, su sangre brotaba a cada golpe, mi mente voló, volvía a ser aquel día en la herrería de Pharia, volvía a estar sobre aquel ladrón apuñalando su pecho, volvía a mancharme la cara con su sangre, volvía a perder el control de mi cuerpo y poco a poco me entregaba a una vorágine de sangre y muerte, apenas quedaba cabeza en la que clavar la lanza, el sonido gomoso de la carne había pasado a un sonido estridente cuando la lanza se clavaba en la piedra del suelo de la plaza, una voz me sacó de mi ensoñación mire delante de mí y tenía como unos veinte hombre horrorizados, podía sentir el miedo en ellos, y yo, en ese momento no era yo, algo, algo había tomado el control, y yo, yo simplemente me deje llevar, no recuerdo bien, solo pequeños fragmentos, yo sujetando a un soldado por la espalda, usándolo de escudo mientras sus compañeros lo atravesaban desesperados por llegar a mí, como use la lanza para cazar a otro que intentaba huir, dejar mi espada atascada entre las costillas de otro, quedar desarmado y luchar con mis puños desnudos, usar sus armas contra ellos, provocar una lluvia de sangre, pisar el pecho que aun alojaba mi espada y tirar de ella, recuperarla y volver a matar a un par mas de ellos, el camino hacia el palacio estaba libre, entrar, buscar al rey y arrancarle la cabeza, simple y llanamente, y es lo que habría hecho, si hubiese tenido el control, un ápice de cordura hizo acto de presencia y me recordó que la gente en momentos de pánico suelen esconderse en las iglesias, así que, casi sin darme cuenta estaba delante del portón de la iglesia de Greinteh, ni siquiera tenía que estar allí, pero allí estaba, el portón estaba cerrado, era lógico, pero podía oír los lloros y sollozos que venían del interior, a los lados del portón cristaleras, bonitas, si, pero muy mala idea, volví a la plaza a arrancarle la cabeza al primer cadáver que encontré y la lancé contra las vidrieras, fue, digamos, mi carta de presentación, entre y puede verlos, no sabría decir cuántas personas, mujeres y niños, y el sacerdote, volví a reír, volví a reír tan fuerte que solo podía oír mi risa a mi alrededor, allí, delante de tanto inocente indefenso, cubierto de sangre y descontrolado, solo podía reír por aquel regalo.

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