Cuando
el sol murió en el horizonte, las tropas comenzaron a organizarse y a machar
rumbo a Greinteh, no tardo en desaparecer el último atisbo de luz y el roce de
las armaduras de al marchar resonaban como una tormenta de truenos en el
horizonte, discreción no era precisamente lo que buscamos, no tardamos en estar frente a las murallas de
Greinteh y allí estaba yo, con todo un ejército a la espalda y una ciudad
amurallada y preparada para resistir un asedio delante de mí, apenas podía
contenerme, mi cuerpo vibraba, cada ápice de mi, cada átomo de mi ser, estaba
vibrando, podía sentirlo, eran las ganas, la impaciencia por sentir la sangre
sobre mi cara, calmar el frió de la noche con el fulgor carmesí, podía ver a
los arqueros enemigos sobre la muralla, un hombre menudo se golpeaba entre
ellos buscando una posición desde la que pudiera ser visto, hasta que por fin
destacó por encima del recio muro de piedra, seguro que había un taburete pensé,
alzó sus brazos y gritó:
- Deponed
las armas, nuestro rey tiene una propuesta para vosotros si…
No
terminó la frase cuando una flecha le atravesó la cabeza, los cuernos de guerra
de mi bando comenzaron a sonar y resonaron varias provincias colindantes, la
vibración en mi cuerpo era prácticamente incontrolable, casi se podía oír el
repiqueteo de la armadura contra mi cuerpo, se acabó, el asesinato del orador
fue la gota que colmó mi paciencia, me aferre fuerte al mango de mi espada y
comencé una carrera suicida contra la ciudad.
Las flechas
comenzaron a silbar y a cortar el sonido de los cuernos, cerré mis ojos, desenvaine y mi espada y en el arco que describí
con ella puede oír como tres flechas se destrozaron en pleno vuelo, seguí
avanzando, las flechas seguían cayendo inútilmente sobre mí, los silbido de
estas se acortaban abrí mis ojos, apenas quedaban unos metros para llegar a la
muralla, la cadena que sostenía la puerta , ese era mi objetivo, salté contra
ella, apoye mis pies en la muralla y subir por ella sin dudar, los arqueros
empezaron a disparar directamente contra mí, no importaba, seguía subiendo sin
pausa y destrozando flechas a mi paso, ansiaba que llegara el momento en que en
lugar de flechas estuviera destrozando a esos arqueros inútiles, la cadena
terminaba, me apoye en la roca saliente y salte al pasillo entre la muralla
donde estaban todos los arqueros.
No
repare demasiado en ellos, atravesé recto el pasillo y me deje caer, allí había dos hombres sujetando la rueda que mantenía cerrada la puerta de entrada a la
ciudad, me lance sobre ellos, los infelices prácticamente ni me vieron venir,
sus cuerpos cayeron a plomo como la puerta, camino abierto, pude ver como los
soldados a los que acompañaba empezaron a correr dirección a la ciudad, escudos
en alto para evitar las flechas, no tenía tiempo que perder, gritaron a mi
espalda, me gire y sonreí, un pequeño grupo de soldados, solo para mi, envaine
mi espada y corrí hacia ellos, al desenvainarla cayeron dos, gire sobre mí
mismo, ese tajo se llevo consigo a un par mas, doble mi espalda hacia atrás bajando
todo lo que pude mi cabeza hacia el suelo para esquivar un tajo horizontal,
apoye mis manos en el suelo y gire sobre mí mismo, mis piernas golpearon la
cabeza de otro soldado, lleve mi espada a mi cadera me agache y emprendí la
carga, corría sin pararme a mirar quien recibía mis espadazos, la vibración ya
casi era insostenible, invadía cada centímetro de mi, cada parte de mi cuerpo
vibraba al unisonó, se extendía por mi brazo hasta tocar el mango de mi espada
y continuaba por su filo hasta la punta, convirtiéndola en una extremidad mas,
un miembro de mi cuerpo, afilado, algo más de mí, me completaba, nos unía en
uno, la calle terminaba en unas
escaleras, las subí, delante de mí, podía ver una plaza enorme, a un lado la
iglesia, al otro una zona de casas y al fondo el palacio.
Podía oír el sonido de las armas chocando, los
quejidos de los heridos, olía la sangre que había dejado a mi paso, la que
estaba sobre mi armadura y mi cara, podía oír y oler la muerte alrededor de mí
, me deje llevar y no caí en la cuenta del bastardo duras penas podía caminar y
que venía detrás, en el último segundo me gire, la fortuna no estuvo de mi lado
en ese momento y el pequeño bastardo consiguió colar su lanza por una hendidura
de mi armadura, sabéis, realmente, nada
puede ser real, si no duele, es decir, nada es tangible si no ha experimentado
alguna vez el dolor y aquella fue la primera vez que alguien consiguió herirme,
mire directamente a los ojos de aquel soldado, que había usado sus últimos instantes
de vida en intentar matarme, dolor, y pensar que apenas fue una herida
superficial, la poca cordura que quedaba en ese momento en mi, se esfumó, reí, reí
tan fuerte que pudieron oírme en toda la ciudad y lo mire, mire al soldado que
aun sostenía la lanza e intentaba hundirla más en mi cuerpo, pero yo también la
agarraba para que eso no sucediera, le sonreí y le di las gracias, use mis dos
manos para agarrar la lanza y gire sobre mi mismo con toda la fuerza que tenia,
el pobre desgraciado voló un par de metros por delante de mí, mire su lanza
dentro de mi costado, ni siquiera tuve que hacer demasiada fuerza para sacarla
de mi y ahí estaba, abrazada a la punta de la lanza, calidad y pegajosa, mi
propia sangre, acerque la lanza a mi nariz y aspire, cuando abrí los ojos, el mundo
se desvaneció a mi alrededor, solo podía
ver al anterior dueño de la lanza, no pude resistirme, lamí la punta de la
lanza mientras podía ver como se le desencajaba la cara a causa del miedo, algo
despertó en mí, me lance a por él, salte sobre su pecho y comencé a clavarle su
lanza en la cara, una y otra vez, su sangre brotaba a cada golpe, mi mente
voló, volvía a ser aquel día en la herrería de Pharia, volvía a estar sobre
aquel ladrón apuñalando su pecho, volvía a mancharme la cara con su sangre, volvía
a perder el control de mi cuerpo y poco a poco me entregaba a una vorágine de
sangre y muerte, apenas quedaba cabeza en la que clavar la lanza, el sonido
gomoso de la carne había pasado a un sonido estridente cuando la lanza se
clavaba en la piedra del suelo de la plaza, una voz me sacó de mi ensoñación
mire delante de mí y tenía como unos veinte hombre horrorizados, podía sentir
el miedo en ellos, y yo, en ese momento no era yo, algo, algo había tomado el
control, y yo, yo simplemente me deje llevar, no recuerdo bien, solo pequeños
fragmentos, yo sujetando a un soldado por la espalda, usándolo de escudo
mientras sus compañeros lo atravesaban desesperados por llegar a mí, como use
la lanza para cazar a otro que intentaba huir, dejar mi espada atascada entre
las costillas de otro, quedar desarmado y luchar con mis puños desnudos, usar
sus armas contra ellos, provocar una lluvia de sangre, pisar el pecho que aun
alojaba mi espada y tirar de ella, recuperarla y volver a matar a un par mas de
ellos, el camino hacia el palacio estaba libre, entrar, buscar al rey y
arrancarle la cabeza, simple y llanamente, y es lo que habría hecho, si hubiese
tenido el control, un ápice de cordura hizo acto de presencia y me recordó que
la gente en momentos de pánico suelen esconderse en las iglesias, así que, casi
sin darme cuenta estaba delante del portón de la iglesia de Greinteh, ni
siquiera tenía que estar allí, pero allí estaba, el portón estaba cerrado, era lógico,
pero podía oír los lloros y sollozos que venían del interior, a los lados del portón
cristaleras, bonitas, si, pero muy mala idea, volví a la plaza a arrancarle la
cabeza al primer cadáver que encontré y la lancé contra las vidrieras, fue,
digamos, mi carta de presentación, entre y puede verlos, no sabría decir cuántas
personas, mujeres y niños, y el sacerdote, volví a reír, volví a reír tan
fuerte que solo podía oír mi risa a mi alrededor, allí, delante de tanto
inocente indefenso, cubierto de sangre y descontrolado, solo podía reír por
aquel regalo.
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