Evelyn
rozaba casi los cincuenta años, toda su vida la había vivido para otros, empezó
viviéndola para su madre, poco después comenzó a cuidar a los niños de su
calle, pero eso no era suficiente para conseguir el dinero necesario para salir
de su ciudad, así que apenas había cumplido quince años cuando vendió su cuerpo
por primera vez, lo cual aparte de una infección vaginal también terminó dándole
una hija, con el tiempo pudo dejar la prostitución y mudarse a otra ciudad,
donde si bien su vida no mejoro de manera notoria, al menos no tenia que
preocuparse de que le clavaran algo, de la índole que fuera, en cualquier
esquina, asi que siguiendo la estela de toda su vida, siguió viviendo para los demás
y consiguió un empleo de asistenta, lo cual le daba el dinero suficiente para
vivir y mantener a su hija aun pequeña, su carácter callado y servicial la
hicieron bastante apta para el trabajo, así que cuando fue despedida de la
primera casa en la que trabajó, los dueños no dudaron en hacerle una carta de
recomendación la cual le permitió trabajar para el Señor Turner, Turner era un
soltero de oro, había heredado la empresa de su padre y se veía con veinticinco
años, multimillonario y viviendo en una mansión él solo, y como cualquier hijo
de papa, sabia abrir con soltura botellas del vodka más caro, pero no sabía ni
hacerse su cama, para eso estaba Evelyn, la cual acudía a la mansión de Turner
todas las mañanas, sobre las siete y media de la mañana ya tenía recopilada
toda la ropa sucia y las lavadoras a punto, para así poder tenderlas cuanto antes
y tener la ropa, sabanas y demás, secas y colocadas esa misma mañana, así mientras que las lavadoras hacían su trabajo, ella podía dedicarse a otras
cosas, limpiar el salón de los restos de una fiesta, quitar trocitos de vete a
saber que del techo de la cocina, limpiar sangre seca de la pared del lavabo,
el señor Turner no era famoso precisamente por ser alguien con la cabeza en su
sitio, así que cuando llegaban las ocho y media, Evelyn le preparaba el
desayuno, ya que tenía orden de despertarlo a las nueve de la mañana y con el
desayuno listo, asi que tostaba un par de rebanadas de pan, mientras freía un
huevo, exprimía naranjas para un zumo, untaba mantequilla en el pan tostado, servía
el huevo con una pizca de semillas de amapola por encima, preparaba un café solo,
lo servía todo en una bandeja y subía las escaleras hacia el dormitorio
principal, Evelyn estaba curada de espantos, sabía que podía encontrarse con
cualquier cosa al entrar al dormitorio del señor Turner, lo solía ver desnudo,
con una chica, a veces incluso un chico, inconsciente, disfrazado, de hecho,
las mejores opciones eran encontrarlo desnudo o despierto, en este caso solía
estar viendo la televisión o divirtiéndose con el acuario de pirañas que tenia
al lado de la televisión, así podía satisfacer ese lado sádico y violento de
una forma que no era dañina para sus semejantes, aunque sí para las infelices
ratas que usaba como comida de peces, no obstante, como solía decirle a Evelyn, “es la naturaleza”
.
Así que
Evelyn sabía que podía encontrar cualquier cosa al cruzar las puertas de la
habitación, por lo que era raro que se sobresaltase, aunque ese día al abrir
las puertas de la habitación, no esperaba encontrar el acuario de las pirañas
teñido completamente de un rojo oscuro, a las pirañas como locas haciendo que
el agua teñida salpicara para todos lados y una pierna del señor Turner
colgando del borde del acuario, la otra se había desprendido del todo y estaba
en el suelo delante del acuario, haciendo que la sangre se mezclara con la
moqueta blanca formando una obra de arte dantesca en ese lienzo improvisado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario