5 de enero de 2014

Ébano


Nunca fui una persona querida, mis padres debieron notar que hay algo mal en mi, asi que me abandonaron a los pocos meses de nacer, tuvieron e detalle de dejarme en la puerta de una iglesia, pensarían que la caridad cristiana no fallaría, pero las posibilidades económicas de un señor enfundado en una sotana luchan ciegamente contra sus ganas, así que él me llevo a un orfanato, no le culpo, yo no era su problema, en el orfanato las cosas seguían igual, los demás niños en cierto modo, me temían, según decía cuando podía erguirme tambaleante sobre unas piernas que apenas podían sostenerme un par de segundos, los niños huían  se apartaban de mi, había algo en mi que les asustaba, así que nunca tuve amigos en ese sitio, al principio era algo que me ponía triste, luego empecé a no necesitarlos, comencé a escaparme, creo que a los ocho años, a los nueve ya era algo sistemático, me escapaba, me encontraban y de vuelta al orfanato.

Llegó un punto en el que ya no podían hacerse cargo de mí, porque, adivine que, nunca fui adoptado, así que en un último acto de caridad, me llevaron al taller de un carpintero, algo dentro de mi me decía que en el fondo se alegraban de librarse de mí. No recuerdo el nombre del carpintero, pero fue lo más parecido a un padre que tuve, aunque creo que solo me apreciaba por que de todos los aprendices que tenia era el único los suficientemente inteligente como para no beberse los barnices y lo digo en serio, en un solo mes, un chico murió intoxicado y otro quedo bastante perjudicado.

Un día, a mis compañeros de taller, se les ocurrió la feliz idea de que sería divertido encerrarme en un ataúd, lo cierto es que, mientras estuve encerrado allí y los oía gritar e insultarme, no hice nada, absolutamente nada, no grite, no llore, no pedí que me sacaran de allí, me dormí, simplemente me dormí, un par de horas más tarde el carpintero me encontró allí dormido, según tengo entendido, cuando lo abrió, se le heló la sangre, pensaba que me había muerto asfixiado, que habría sido así seguramente, de no ser por la torpeza de mis compañeros los cuales habían dejado rendijas al no unir bien las piezas, en fin, creo que aquello les asusto aun mas, el hecho de que simplemente me durmiera, no sé.

Una familia adinerada hizo un gran pedido de muebles, realmente no hacíamos muebles de gran calidad, eran bastante baratos, así que supongo que tampoco era una familia realmente adinerada, sino que simplemente mantenían las apariencias, me encargaron entregar los muebles, me pase el día llevando los muebles, no teníamos vehículo, así que los lleve uno a uno usando una plataforma con ruedas, al menos no vivían demasiado lejos, casi como si estuviese esperando, cuando terminaba de descargar el ultimo del os muebles, una cajonera de roble barnizada en negro, vi a una chica, salía de la casa, llevaba un vestido blanco, casi transparente, podía adivinar la forma de sus muslos y sus senos, pero, lo que realmente me mato fueron sus ojos, tenía unos ojos azules, muy claros, su pelo era rubio, largo, su expresión dulce, unos labios finos, pero sus ojos, sus ojos eran algo distinto, era el ser más lindo que jamás había visto, es decir, esa chica, podría estar apuñalándote el corazón y tu le darías las gracias por poder tenerla tan cerca, aun así, a pesar de todo, había algo triste en ella, podía notarlo, es como si las personas que no somos felices pudiéramos notarlo entre nosotros, pero sus ojos, sus ojos me visitaban cada noche, directamente en mis sueños, en mis pensamientos, incluso en mis fantasías.

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