Cinco años
junto a ella y decide que la mejor manera de dejarme es haciéndolo a través de
una llamada telefónica, aquella noche quería destrozar algo y empecé
por mis manos a base de darle puñetazos a su puerta, tal vez no era el mejor
modo pero en aquel momento era el único modo, si no me abres, tiro la puerta,
pero las puertas reforzadas con acero son bastante resistentes a los golpes de
un hombre iracundo que no era totalmente dueño de sus actos.
La primera
vez que vi un bebe tenía miedo de cogerlo, pensaba que era algo demasiado frágil
para que yo lo cogiera.
Así que
decidí ir a ese bar, al bar que ella siempre evitaba, conduciéndome por otras
calles o pasando por otra acera, mal iluminado, lleno de humo y mustio, un
reflejo de la decadencia y la desidia que poco a poco iba absorbiendo la ciudad
en su totalidad, como yo.
A las
dos de la mañana, borracho y con los nudillos agrietados, solo piensas en ella,
en si fue un fallo tuyo, intentas auto consolarte, pero no sirve de mucho,
cuando realmente el fallo no es tuyo, pero es algo que no sabes, y mientras
sigues vaciando botellas ella ya está pensando en el siguiente titular que saldrá
al campo a jugar, tú en cambio, sigues vaciando botellas.
La conocí
por accidente, iba demasiado pendiente de batir el récord en un juego del móvil
que me tropecé con ella, así empezó todo, ella fue un accidente.
Hace rato
que eres el único cliente sentado en la barra del bar y el camarero te mira
como si fuera un parásito que intenta robarle horas de sueño, después de tantos
años trabajando ahí no tiene problema en decirte directamente y al a cara que
te largues, que no necesita que sigas bebiendo, el va a cobrar lo mismo y tú en
ese momento eres un incordio para él, ¿y qué haces? Por un segundo tu lucidez hace
acto de presencia y te descubres a ti mismo diciéndote, este tío te saca una
cabeza y estas demasiado borracho como para caminar dos pasos sin tropezar con
tus propias piernas, vete.
Y te
vas.
Ella fue un accidente.
La ame más
que a ninguna otra en mi vida.
La odio mas que a ninguna otra en mi vida.
Caes a suelo y el incomodo dibujo de las aceras se clava en tu cara y sigue haciéndolo porque el tipo esta sobre ti golpeándote en la cara y ríes, ríes por que ni siquiera sientes el dolor, es lo que querías, la excusa para destrozar algo o alguien, así que a ese tío le pones la cara de ella y vuelves al partido, te levantas como un boxeador que necesita ganar un último combate, con la camisa llena de sangre, el ojo morado, golpeas y dejas que por fin los nudillos de tus manos se abran.
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