Siempre
me gusto el tintineo que hacen los fluorescentes al encenderlos, es algo que solo
hacen cuando los enciendes después llevar un par de horas apagados, es un
placer efímero, que no puedes repetir al momento, tienes que ser paciente y
esperar para volver a oírle, sin embargo, cuando acaba el tintineo deja ese
zumbido, es un zumbido permanente, a veces aunque no seas consciente, sigue ahí,
agazapado y paciente, te mantiene alerta, sin dejarte descansar, es como
algunas bebidas, la coca cola, es dulce, mucho, pero luego deja un sabor amargo
y pastoso, es como si te castigaran por pasarlo bien durante un solo instante,
un castigo de horas.
Nunca
me gustaron estos sitios, no es la temperatura, ni si quiera el zumbido de los
fluorescentes, es el ambiente, el olor, los sonidos, todos y cada uno de los
componentes de estos sitios destilan muerte por doquier, a fin de cuentas son
almacenes de muertes, hay tres mesas metálicas, la cuales terminan en un
sumidero, dos de ellas no son relevantes y las otras dos tampoco lo serian, de
no ser por los dos cuerpos que tenían sobre ellos.
En la más
cercana a la puerta hay un hombre, negro, o afroamericano, puestos a ser políticamente
correctos, mayor, unos cincuenta años, al menos es lo que parece por su cuerpo,
ya que donde debía estar la cara solo hay un hueco, seguramente por culpa de algún
disparo, no parecía debido a golpes, aun así ese cuerpo fofo y oscuro no es lo
que había venido a buscar, en la mesa mas apartada de la salida había una
chica, tumbada, desde la distancia a la que estoy se podría decir perfectamente
que estaba dormida, cosa que tampoco cambia al acercarme y tenerla delante.
Parece dormida,
tan bonita, tumbada sobre la fría mesa metálica, tapada con una sabana verde,
dos cicatrices salen de sus hombros hacia su pecho, de no ser porque sé donde
estoy, aseguraría que duerme, esperando ser despertada con un beso como en un
cuento.
No mide
mucho más allá del metro y medio, es bajita, con facciones aniñadas pero ya
supero la mayoría de edad hace un par de años, sin embargo alguien decidió que
era suficiente para ella, quitando las cicatrices de la autopsia, solo hay algo
contra natura en su cuerpo, unas marcas moradas y negras en su cuello, así como
las marcas de lividez en algunas partes de su espalda, codos, y talones, también
hay una gran marca roja en su nuca, fruto de la fractura cervical.
La
encontraron la noche anterior, desnuda, sobre un contenedor, como si estuviera
descansando, de hecho por lo que tengo entendido incluso intentaron reanimarla tirándole
agua a la cara y agitándola, algo muy poco recomendable en caso de encontrar a
alguien así pero no puedes elegir quien encuentra un cadáver, como una lotería
macabra, es todo fruto del azar.
Tenía
la c7 fracturada, lo que ocasiono un corte en la médula, pero siguieron
ejerciendo presión, por lo que al final después de todo, la causa de la muerte había sido asfixia, según el informe del forense, hallaron restos de semen,
pero no había marcas de forcejeo, mas allá de las del cuello que mas parecían responder
a alguna perversión sexual que alguna violación.
Su
nombre, Mary Anne, su pecado, aun no lo sé, la ciudad era una bestia hambrienta
y ella era una niña perdida en mitad de la nada, cuando más la miro a la cara, más
seguro estoy de que va a levantarse de un momento a otro, desconcertada y con
una resaca fruto de la mayor de sus borracheras, pero no, si Mary Anne se ha
despertado en algún sitio, no ha sido aquí, en esta fría y metálica mesa.
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