23 de junio de 2013

Duendes, reuniones y pociones (1/3)


En otra ocasión, la ciudad se infestó de duendecillos, y no precisamente del tipo de duendecillos que hacen tu trabajo mientras duermes, como en aquel cuento del zapatero, sino mas bien del tipo de duendecillos que te cambian el azúcar por la sal, que le cortan los bigotes al gato, pintan diversas formas obscenas sobre cuadros valiosos, estropear barricas de vino, asustar a los niños por la noche, toda esa clase de cosas que divierten tanto a estos pequeños cabroncetes.

Claro, todas las sospechas de la inesperada invasión fueron a recaer sobre Price, y hacia su casa  en la pradera se dirigió una pequeña (y violenta) comitiva, de hecho detrás de la primera comitiva había otra más pequeña aun y más violenta aun si cabe, formada exclusivamente por duendes, armados con utensilios de cocina, que no sabían muy bien que pasaban, pero no se perdían una.

Cuando hubieron llegado a la casa de Price, uno de los guardias de la ciudad, que también estaba allí, se adelanto a la puerta y tocó con todas sus fuerzas, mientras un duende entre sus piernas lo imitaba, con todo el desprecio y rimbombosidad, otro par de duendes se colaban por una ventana al nivel del suelo que Price usaba para tener luz durante el día en su sótano, posiblemente fue lo peor que sucedió ese día, aunque aun no es momento de saberlo, el guardia, volvió a tocar, esta vez con inquiriendo un poco mas de autoridad en su pose, el duende volvió a imitarlo, aunque esta vez se llevó una patada que lo convirtió en el primero de su especie en recorrer más de diez metros sin tocar el suelo, aun así  el guardia y la pequeña (y violenta) comitiva que le seguía, no obtuvieron respuesta.

Tal vez este dormido, gritaron algunos, posiblemente tenga miedo y este escondido, deberíamos derribar la puerta y sacarlo, entonces, el duende que acababa de batir el récord en vuelo aéreo, ya estaba de nuevo entre los pies del guarda e intentaba llamar su atención, tenía un papel entre sus manos, el guardia inclino para quitárselo, cosa que logró con suma facilidad, a pesar de que la idea inicial del duende era cambiárselo por alguna pieza de oro. El guardia leyó la nota para sí mismo, se giro hacia la muchedumbre y les explico que era una nota de Price, que contaba que estaba fuera de la comarca, para ir a reunirse con otro mago y aprender nuevos hechizos, un leve escalofrió que contagio a todos y cada uno de los allí presentes al pensar que Price se había ido para volver y encima con nuevos conjuros en los que fallar, dadas las circunstancias, todos regresaron a sus casas, un poco decepcionados eso si, por la falta de linchamiento, algunos duendes se quedaron en casa de Price y el pequeño plus marquista aéreo seguía molestando al guardia de camino a casa.

A la mañana siguiente la guardia se reunió para tratar el problema de los duendes, a falta de un mago que usase remedios mágicos contra criaturas mágicas, tendría que emplear otros remedios para poder deshacerse de esas criaturas, así que organizaron una especie de competición, pagarían una moneda de oro por cada duende enjaulado que la gente llevase al edificio de la guardia y cien monedas a quien diera con una manera de deshacerse de ellos de una vez por todas, porque si bien se desconocía el porqué, estos seres tenían una gran resistencia a aplastamientos, quemaduras, ahogamientos, disparos, sablazos y demás perrerías que se le pudiera ocurrir a uno hacerles, así que a los dos días, había mas jaulas de las que podían esperar llenas de duendes en el edificio de la guardia y a los tres días  un duende había robado una llave y liberado a todos sus congéneres.

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