Hacía
ya un día que había partido y aun quedaban otros tres para llegar, se dirigía a
la ciudad de Greis para tomar un barco que le llevara hasta la ciudad de Ros,
donde esperaba encontrarse con el archimago Grido, como sabéis y si no ya estoy
yo para que lo sepáis, un archimago es un mago entre magos, el rango más grande
que se le puede otorgar a los practicantes de las artes arcanas, y al que no
todos llegan, no es como otras profesiones donde con perseverancia y constancia
tarde o temprano te conviertes en un maestro, en la magia no siempre es así he
conocido aprendices con más de noventa años y magos elementales de no más de
quince, la magia es algo que se lleva dentro, puedes acercarte, pero si no la
tres contigo, no servirá de mucho, como pensáis, ese es el caso de Price, o al
menos, eso es lo que parece, Price era alguien totalmente ajeno a la magia, que
por vicisitudes del destino se acerco a ella y decidió probar suerte.
Esas
vicisitudes empiezan y terminan en Grido, algo constante en Price fue su
torpeza, le gustaba jugar en el bosque con los otros niños, pero con frecuencia
solía terminar perdido y apareciendo varios días después, era algo casi común,
aunque una de esas veces su mala fortuna le hizo pensar que una cueva sería un
buen sitio para dormir, y durante las primeras horas al menos si lo fue, pero a
mitad de la noche le despertó un ruido parecido a un gorgoteo de un pájaro,
pero mucho más seco y contundente, el legitimo dueño de la cueva había regresado y estaba dispuesto a comerse al intruso, era un oso, plantado delante
de Price, debía medir más de dos metros
erguido sobre sus dos patas, se abalanzó sobre Price, no le dio ni tiempo a
pensar que era el fin y un destello le hizo cerrar los ojos, notó un golpe
sobre su pecho, pero demasiado leve para ser el oso, abrió los ojos y tenía un
conejo sobre su pecho, mirándole extrañado, “siempre me ha gustado la
transmutación” dijo una voz, ahí estaba Grido, nunca se supo, pero Grido estuvo
en el momento y lugar adecuado, desde aquel día, la vida tomo otra vertiente
para Price, sus padres, agradecido con Grido, dejaron que tomara al chico como
aprendiz (o más bien se quitaron un carga de encima) y aunque esperaban una
negativa por parte de Grido, este acepto más que encantado y así fue como Price
se acerco por primera vez a la magia.
Estaba
cansado, aun quedaba un largo camino hacia Greis y se hacía de noche, según su
mapa, bueno, más bien según la imagen que recordaba de su mapa, ya que lo había quemado intentando crear una luz para poder verlo con claridad la noche
anterior, no debía estar muy lejos de un pequeño pueblecito llamado Hirej,
donde pensaba pasar la noche y seguir al día siguiente, y así era, apenas
remontó un pequeño montículo, pudo ver en su falda el pequeño pueblo de Hirej,
y allí se dirigió monto un gran revuelo desde que llegó, ya que la gente de
Hirej no estaban para nada acostumbrados a la magia y mucho menos a tratar con
magos, al menos la poca gente que quedaba en la calle a esas horas, aunque
Price intentaba pasar desapercibido pues su cansancio se sobreponía a cualquier
atisbo de interacción social, así que al poco de llegar a Hirej ya estaba
descansando en una de las camas de la posada, no obstante su descanso duró más
bien poco, no hacia ni una hora que estaba durmiendo, cuando un estruendo lo
despertó, llamaban a la puerta con mucha energía, gritando una y otra vez, “Le
necesitamos señor Mago”.
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