Desde primera hora de la mañana empezó a reunirse un cumulo de gente delante del teatro, la mayoría eran curiosos, aunque también había algunos magos e ilusionistas, desde novatos a auténticos profesionales, que habían tenido noticia de lo ocurrido hace dos noches en ese teatro, a ellos se les sumaban periodistas, algunos médicos que exigían estar esa noche en el teatro y bastantes carteristas que cenarían caliente gracias a los despistados curiosos.
Cuando se acercaban las 12:00 del medio día, Evan James, uno de los policías que cercaba el teatro en el exterior, cerraba los ojos y abria de par en par su boca para bostezar, un placer al que se abandono pensando que sería justo después de horas de paciente espera, de pie, delante del teatro, un placer que no le duro demasiado porque apenas cerraba los ojos, notaba como algo hacia que su casco, típico y característico de la policía de esa ciudad, se hundiera contra su cabeza, haciéndole caer contra la acera que bordeaba al teatro, le dolió mas el golpe contra el suelo que la pedrada contra su cabeza, pero mientras se incorporaba puedo ver como un grupo de jóvenes, se acercaba abriéndose paso entre la muchedumbre, si no fuera porque tenían orden de responder pacíficamente, posiblemente hubieran cargado contra la multitud, así que Evan al igual que sus compañeros se acercaron mas, haciendo más compacta su cerca humana al teatro.
Cuando el grupo se coloco delante de los policías que estaban delante de la entrada del teatro
El bombín de Tom Creo, estaba inclinado mientras miraba la hora en su reloj de bolsillo, el chico lo miro con rabia, como si fuera insultante que alguien le dirigiera la palabra.
En esa ciudad, tener un segundo nombre acompañado de Anderson, no significaba nada, a menos que ese segundo nombre fuera Alexander, los Alexander fueron los fundadores de la ciudad, su descendencia se extendió a casi todas las ramas, política, policía, sacerdocio, comercio, así como también a la corrupción y extorsión. En este caso, este joven Alexander Anderson, se encontraba en la rama de la religión, concretándolo, era un seminarista, acompañado de unos veinte seminaristas, que por miedo o admiración le seguían en su cruzada funeraria. Tom guardo su reloj y por primera vez, dirigió su mirada al chico.
Alexander balbuceo por primera vez, lo cual era lógico, estaba acostumbrado a que la gente acatara sus decisiones a la primera y este enfrentamiento le resultaba tan extraño como incomodo.
La ira que acompaño a esa última frase así como la fama que acompaña a los Alexander, hizo que en la mente de todos los reunidos allí, se hiciera factible la idea de que en unas horas, el cuerpo del teatro estaría bajo tierra, tanto por las buenas, tanto por las más que probables malas, con lo que todo quedaría en duda.
Alexander palideció de arriba abajo, una palidez que se torno carmesí, cuando empezó a apretar su mandíbula inferior contra la superior, la respiración del Señor Anderson, se torno agitada y violenta, Tom Creo, había conseguido desestabilizarlo y lo sabía, sabía que ahora el Señor Anderson solo se escudaría en lo primero que lograra componer su cabeza.
Y ese fue el golpe de gracia, la cara de Alexander se desencajo y señalo a Tom con su dedo
Alexander se giro y atravesó a la muchedumbre de una forma más violenta que cuando llegaba, los que iban con él, aun un poco incrédulos de haber visto a Alexander perder los papeles, le siguieron.
Tom volvió al interior del teatro y se sentó en una de las butacas, desde los palcos la vista seguía igual, los agentes paseaban entren las butacas, otros hablaban entre ellos, la carpa seguía nadando entre raíces, la sangre seguía seca, Aunque hubiera parecido que Tom, había salido intacto de su enfrentamiento con Alexander, el sudor se le empezó a acumular en la frente, a pesar de su casi insultante tranquilidad, sin duda era el que más intranquilo estaba, cada vez que posaba la vista sobre su compañero, una sensación extraña, le subía por cada una de sus vertebras, parándose en su corazón y helándoselo por momentos, llenándole la cabezas de preguntas, ¿se levantara?, ¿estará fingiendo?, medicamente estaba muerto, Jack Ripper había certificado su muerte, y esa misma tarde otro médico vendría, para volver a constatarlo, además sabia que el revólver era verdadero, así como las balas, el mismo, lo compro, para protegerse. Todo eso, le hacía sentirse inseguro por primera vez, había visto cosas extraordinarias, pero ninguna como esto que ahora ocurría delante de él, estuvo discutiendo consigo mismo hasta que la presión le pudo y simplemente, se durmió en la butaca.
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