26 de noviembre de 2009

Creed (3/4)

Desde primera hora de la mañana empezó a reunirse un cumulo de gente delante del teatro, la mayoría eran curiosos, aunque también había algunos magos e ilusionistas, desde novatos a auténticos profesionales, que habían tenido noticia de lo ocurrido hace dos noches en ese teatro, a ellos se les sumaban periodistas, algunos médicos que exigían estar esa noche en el teatro y bastantes carteristas que cenarían caliente gracias a los despistados curiosos.

Cuando se acercaban las 12:00 del medio día, Evan James, uno de los policías que cercaba el teatro en el exterior, cerraba los ojos y abria de par en par su boca para bostezar, un placer al que se abandono pensando que sería justo después de horas de paciente espera, de pie, delante del teatro, un placer que no le duro demasiado porque apenas cerraba los ojos, notaba como algo hacia que su casco, típico y característico de la policía de esa ciudad, se hundiera contra su cabeza, haciéndole caer contra la acera que bordeaba al teatro, le dolió mas el golpe contra el suelo que la pedrada contra su cabeza, pero mientras se incorporaba puedo ver como un grupo de jóvenes, se acercaba abriéndose paso entre la muchedumbre, si no fuera porque tenían orden de responder pacíficamente, posiblemente hubieran cargado contra la multitud, así que Evan al igual que sus compañeros se acercaron mas, haciendo más compacta su cerca humana al teatro.

Cuando el grupo se coloco delante de los policías que estaban delante de la entrada del teatro

- Deben enterrar a ese hombre –grito el más adelantado del grupo y se giro hacia la gente que allí estaba reunida, siguió – Es nuestro deber como Cristianos fieles, el darle sepultura a un alma que de otra forma ardera por siempre en los infiernos por cometer el pecado mortal del suicidio, exigimos que se entierre

- ¿Y usted quién es? – la voz provenía del balcón de la fachada del teatro –

El bombín de Tom Creo, estaba inclinado mientras miraba la hora en su reloj de bolsillo, el chico lo miro con rabia, como si fuera insultante que alguien le dirigiera la palabra.

- Soy Jonathan Alexander Anderson

En esa ciudad, tener un segundo nombre acompañado de Anderson, no significaba nada, a menos que ese segundo nombre fuera Alexander, los Alexander fueron los fundadores de la ciudad, su descendencia se extendió a casi todas las ramas, política, policía, sacerdocio, comercio, así como también a la corrupción y extorsión. En este caso, este joven Alexander Anderson, se encontraba en la rama de la religión, concretándolo, era un seminarista, acompañado de unos veinte seminaristas, que por miedo o admiración le seguían en su cruzada funeraria. Tom guardo su reloj y por primera vez, dirigió su mirada al chico.

- ¿Y que se supone que quiere?

- Debemos darle entierro al hombre que se suicido ayer, mi tío es el sacerdote de la ciudad el mismo podría …

- ¿Por qué quieres enterrarlo?

- Porque es lo lógico en nuestra fe cristiana y lo que se debe hacer

- Pero ¿Quién le ha dicho Señor Anderson, que yo o el hombre que se suicido ayer como usted le llama, seamos cristianos?

Alexander balbuceo por primera vez, lo cual era lógico, estaba acostumbrado a que la gente acatara sus decisiones a la primera y este enfrentamiento le resultaba tan extraño como incomodo.

- Pero eso no les excluye de realizar la sepultura según la fe que procesen

- La cuestión es que no procesamos ninguna, pero déjeme decirle, Señor Anderson, que incluso en el caso de que fuéramos cristianos, tendríamos que velar al cadáver durante unas horas y ¿Qué mejor velatorio para un artista, que el mejor teatro de la ciudad?

- Ese cadáver se enterrara antes de que anochezca, téngalo claro

La ira que acompaño a esa última frase así como la fama que acompaña a los Alexander, hizo que en la mente de todos los reunidos allí, se hiciera factible la idea de que en unas horas, el cuerpo del teatro estaría bajo tierra, tanto por las buenas, tanto por las más que probables malas, con lo que todo quedaría en duda.

- Dígame una cosa, Señor Anderson, ¿quiere enterrar a mi compañero por fe o por falta de fe?

- ¿Cómo dice?

- Sí, que si sus ganas de enterrar se deben a su notable y profunda fe o al miedo, ya que desde que el hombre es hombre, solo ha habido un hombre que haya vuelto de la muerte sin intervención ajena y que si esta noche se repitiera ese suceso, su fe cambiaria de arriba a abajo.

Alexander palideció de arriba abajo, una palidez que se torno carmesí, cuando empezó a apretar su mandíbula inferior contra la superior, la respiración del Señor Anderson, se torno agitada y violenta, Tom Creo, había conseguido desestabilizarlo y lo sabía, sabía que ahora el Señor Anderson solo se escudaría en lo primero que lograra componer su cabeza.

- No consiento que un pagano como usted, cuestione mi fe, porque en el hipotético caso de que ese hombre vuelva a la vida, sería un segundo Lázaro que …

- No hay nadie aquí que lo vaya a animar a andar

Y ese fue el golpe de gracia, la cara de Alexander se desencajo y señalo a Tom con su dedo

- Usted, usted ardera en el infierno, junto al suicida que hay ahí dentro, ambos arderán por años, y créame cuando le digo, que ese hombre se enterrara, no habrá un nuevo día para él, ni para nadie, porque nadie puede volver y nadie volverá. Tendrá noticias mías

Alexander se giro y atravesó a la muchedumbre de una forma más violenta que cuando llegaba, los que iban con él, aun un poco incrédulos de haber visto a Alexander perder los papeles, le siguieron.

Tom volvió al interior del teatro y se sentó en una de las butacas, desde los palcos la vista seguía igual, los agentes paseaban entren las butacas, otros hablaban entre ellos, la carpa seguía nadando entre raíces, la sangre seguía seca, Aunque hubiera parecido que Tom, había salido intacto de su enfrentamiento con Alexander, el sudor se le empezó a acumular en la frente, a pesar de su casi insultante tranquilidad, sin duda era el que más intranquilo estaba, cada vez que posaba la vista sobre su compañero, una sensación extraña, le subía por cada una de sus vertebras, parándose en su corazón y helándoselo por momentos, llenándole la cabezas de preguntas, ¿se levantara?, ¿estará fingiendo?, medicamente estaba muerto, Jack Ripper había certificado su muerte, y esa misma tarde otro médico vendría, para volver a constatarlo, además sabia que el revólver era verdadero, así como las balas, el mismo, lo compro, para protegerse. Todo eso, le hacía sentirse inseguro por primera vez, había visto cosas extraordinarias, pero ninguna como esto que ahora ocurría delante de él, estuvo discutiendo consigo mismo hasta que la presión le pudo y simplemente, se durmió en la butaca.

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