12 de noviembre de 2009

Detesto (2/3)

Básicamente se dedican a buscar a nuevos candidatos para diversos puestos en la empresa y cuando tienen una lista, con las personas suficientemente aptas, me dan esa lista y yo me entrevisto con los candidatos.

Es muy entretenido, básicamente consiste en lo siguiente, por el interfono llamo al candidato o candidata por el nombre que figura en el primer curriculum del montón que me traen, la persona pasa a mi despacho, generalmente nerviosas, situación que contribuyo a empeorar quedándome unos 20 segundos mirándolo, en completo silencio, con mi puño derecho cogido por mi mano izquierda.

Por lo general, he diferenciado muchos tipos de candidatos, están los tímidos, realmente me encantan, puedes doblegarlos, pegarlos contra la pared, avasallarlos y se dejaran, nunca te levantaran la voz, ni pondrán en tela de juicio tus preguntas.

Los acatadores, son parecidos a los tímidos, con la diferencia de que si a estos les pidiera que me lamieran los zapatos, lo harían y la verdad, no sería la primera vez.

Los prepotentes, creen que están más capacitados que cualquiera para cualquier puesto y por lo general lo están, pero no los aguanto así que les doy puerta rápidamente.

La verdad he visto de todo, llantos, suplicas, intentos de asesinato hacia mí, intentos de suicidio hacia ellos, alguna vez la verdad es que casi los dejo, una vez realmente lo deje, pero no se atrevió, lastima, algunos intentaron colarse debajo de mi mesa, algunas se colaron y s postraron sobre ella, a las que por cierto, tampoco les di el puerto, sobre todo, por lo entretenido que era ver sus caras, al decirles, que no las contrataban, yo pensaba, ¿ pero acaso te dije que si me follabas iba a contratarte ?, lo diste por supuesto, gracias cariño, que pase el siguiente.

En definitiva no me quejo de mi trabajo, de no ser porque a veces me da algunas alegrías, posiblemente habría terminado tirándome desde mi ático del centro, justo como hizo Renard Luck, el anterior encargado de este cargo, ¿casualidad?, siempre pensé que fue un candidato descontento.

13:00 AM 22 de diciembre miércoles

Justo en 2 minutos entrara por la puerta de mi despacho y sala de entrevistas, Kia Soon, es una chica asiática, no sé muy bien de qué país, me lo ha dicho varias veces, cientos, miles, no la soporto, siempre está hablando de su país y apenas puedo recordar si es coreana, china, japonesa, pero todos los días a las 13:02 irrumpe en mi despacho, apoya sus rodillas en mi mesa y gatea estúpidamente, por el corto espacio que le proporciona mi mesa, hasta que agarrando mis hombros con sus manos, me besa es el menor momento, aparte del sexo, que tengo con ella, ese beso de las 13:02, acto seguido dice, “hoy iremos a” y termina con el nombre impronunciable de un restaurante grandiosamente caro y grandiosamente insípido, es curioso cuanto más caro es el sitio, menos sabe su comida.

Realmente a pesar de lo que creáis, soy un tipo sencillo para la comida, disfruto con un hamburguesa de carne de cobe, con lechuga traída de Italia y tomate español, queso alemán y cebolla francesa, sin olvidarme de sus patatas fritas, realmente me encanta, me parece un plato delicioso, pero en el trabajo y en mi vida social debo guardar las formas, esa es otra de las razones por las que dejo que me vean con Kia, es asiática, lo que me da un toque exótico y además como mujer, muchas podrían envidiarla, su pelo completamente liso, le llega por debajo de sus perfectos y parados pechos, siempre viste con vestidos ceñidos que dejan entrever, a veces ver, todas y cada una de sus curvas, pero si su cuerpo es perfecto su cara no se queda atrás, sus labios carnosos, acompañados de una nariz con el toque justo achatada, combinan a la perfección con sus enormes ojos negros, lástima que sea estúpida, si no la consideraría para algo más que sexo, comer, sexo mientras comemos.

Y aquí estoy en un restaurante de nombre impronunciable, que me saldrá caro, pero tampoco importa, Kia me lo sabrá retribuir, el ambiente del restaurante es parecido al del metro, siempre están las personas tipo. La pareja cuarentona, que apenas se dirige la palabra mientras habla, una mesa de ejecutivos molestos y sonoros, demasiado sonoros, un señor mayor perfectamente trajeado con un maletín entre sus piernas y nosotros, los dos jóvenes y apuestos ejecutivos, el apuesto y observador junto a la chica asiática despampanante con incontinencia verbal, por llamarnos de alguna forma. Siento como algunos de los sonoros ejecutivos fijan sus pupilas en Kia, eso hace que me sienta mejor, se que en ese momento me odian, pero mientras Kia, recita un discurso, sobre no se que costumbre de su país, como no, me ponen delante de mí, un filete de carne de ternera, asado a fuego muy lento, no demasiado hecho, acompañado de una menestra de verduras caramelizadas con vinagre de Módena, y entonces cojo el cuchillo, siento una descarga desde su punta, que recorre todo mi brazo, hasta llegar a mis neuronas, dándoles la orden de coger el tenedor, lo hago despacio, mientras de fondo, oigo algo de una anécdota sobre un señor llamado Yun, cuando he cubierto el tenedor con mi mano, entonces lo agarro y lo levanto, como un director de orquesta, comienza el concierto, cuando clavo el tenedor en el filete, me gusta ver como de las hendiduras, brota algo de sangre, totalmente liquida por la cocción a fuego lento, ahí es cuando mi mano derecha entra al juego, levantando los vibratos, mientras hundo poco a poco el cuchillo en el filete, cierro los ojos, así, consigo que el cuchillo, sea uno conmigo, que forme parte de mi propio brazo, siento como avanza milímetro a milímetro, desgarrando, eficaz pero suavemente la carne. Todo era perfecto, mi cuchillo se deslizaba firme, Kia sigue balbuceando sandeces que no me importan nada, o al menos, no más que el tendón que está matando mi tranquilidad, por que ha parado mi perfecto corte, a través del filete, ella sigue hablando, yo sigo serrando el tendón, Kia no calla, sigo sintiendo el cuchillo como una parte de mi, su voz se clava en mi cabeza y quiero callarla, siento el impulso de lanzar la mesa a un lado y clavarle el cuchillo en su precioso cuello, cortarle la tráquea, su verborrea se convertirá en balbuceos húmedos, balbuceos rojos y húmedos. No lo aguanto más, me llevo una mano a mi frente y me muerdo el labio, levanto la varita, los graves aumentan, los bajos se agitan nerviosos, los violines aumentan su ritmo frenéticamente en un perfecto crescendo hasta que corta el silencio. Y sus palabras empiezan a escaparse, pero antes, antes de su boca, se escapan por su garganta, fluyen por ella, se derraman por su garganta hacia sus perfectos pechos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario