11 de febrero de 2010

Acherontia (1/3)

Parte 1

Oruga

- Venga, cuéntemelo todo desde el principio

- La conocí hará unos veinte años, en aquella época trabajaba en el hospital de San Alberto como cirujano cardiovascular, vivía en las afueras por lo que todos los días tomaba el cercanías para llegar a mi trabajo y fue allí donde empece a verla. Todas las mañanas desayunaba en la cafetería de la estación, siempre estaba sola, con un libro en la mano, en una mesa, en la barra, sentada en un banco del andén, pero sola.

Era miércoles, el día que intento suicidarse, aquel día solo estábamos ella y yo en la parada. Oí como llegaba el tren y me aproxime al borde del andén, como siempre mire a la izquierda, de cierta manera asegurándome de que realmente llegaba el tren y justo después mire hacia la derecha para verla a ella.

Aun estaba de camino al borde del andén, seguía mirándola cuando llego, guardo su libro en uno de los bolsillos de su abrigo, cerró los ojos e inspiro profundamente, no sabría explicar porque, pero sentí la necesidad de correr hacia ella, el tren llegaba al andén y ella había empezado a dejarse caer a las vías, puede agarrarla y derribarla contra el suelo del andén, me miro a la cara y me dijo “estúpido”.

El tren se fue y yo seguía sobre ella mirándola, “estaba segura de que lo harías” dijo , no entendía que pasaba, unos minutos después estábamos sentados en un banco de la estación, unas horas después estábamos compartiendo un café en mi casa, no fui a trabajar ese día, esa noche, dormí con ella.

Al mes, estábamos enamorados, ella era periodista, trabajaba en un periódico importante, aun hay tirada, pero no recuerdo el nombre. Con ella, se había acabado mis búsqueda, ella era perfecta, cada ápice de su ser lo era, su manera de agarrar el cuchillo mientras cortaba las naranjas por la mañana para el desayuno, la manera en que doblaba su ropa, como si estuviera recién comprada, el pequeño beso corto que me daba después de uno largo, su manera de mirarme por las mañanas antes de despertar, habías discusiones sí, es lógico, pero nunca demasiado importantes y siempre las terminábamos haciéndonos cosquillas.

Nunca le pregunte por qué esa mañana intento saltar a las vías del tren, realmente y aunque sueñe extraño, nunca tuve tiempo para eso, estaba demasiado ocupado enamorándome de ella, me sentía lleno con lo que me daba y aquello ya había pasado y no aportaría nada. Simplemente era feliz con ella, no necesitaba nada más que eso, a ella.

- ¿Cómo dijo que se llamaba ella?

- Sarah

- Continúe, por favor

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